viernes, 23 de noviembre de 2012

PROGRAMA PARA LA MODERNIZACIÓN EDUCATIVA 1989-1994


PROGRAMA PARA LA MODERNIZACIÓN EDUCATIVA 1989-1994



Discurso pronunciado por el C. Presidente de la República Lic.  Carlos Salinas de Gortari en la ceremonia de presentación del  Programa para la Modernización Educativa 1989-1994.  Me es muy grato acompañar a los educadores de México, a los padres de familia organizados, a los expertos y estudiosos de los problemas educativos y a las autoridades estatales y municipales. Nos congrega hoy, en esta hospitalaria ciudad de Monterrey y en el estado de Nuevo León, comprometido siempre con el cambio, el trabajo y la justicia, la presentación del Programa para la Modernización  Educativa.  Este es el primer programa sectorial  que se presenta a la nación.  Su importancia no puede exagerarse.  Una vez  concluida la negociación de la deuda externa, la modernización educativa ha sido preocupación  destacada  y el tema al que he dedicado más tiempo y reflexión.  La educación  es un detonador  imprescindible  en la transformación de la sociedad. Cada cambio social de relevancia ha conllevado un auge educativo.  En la  historia  de los mexicanos la educación ha permeado  nuestras grandes enseñanzas; la escolaridad  fue un nutriente  decisivo  en las  ideas y luchas por la independencia;  los liberales susten-  taron el proyecto de un Estado nacional en la expansión de  una educación  libre y cientí- fica.  Durante la Revolución  Mexicana, el concurso de maestros de ciudades y del campo,  redundó  en una  rica gama de programas sociales y políticos  de vanguardia  en el mundo.  Parte sustancial del Programa  Social de la Revolución Mexi-  cana, la educación ha sido un brazo de la justicia y un instrumento excepcional para  el desarrollo  económico y  político de México. 
Sólo a través de la edu-  cación  se han preparado  las sucesivas generaciones de jóplia, la educación elemental, creación de educación media y superior en el país, educación pública y popular. 
En siete décadas  se ha atendido  en lo fundamental  el
reto cuantitativo:  la escolaridad promedio  pasó  de uno a más de seis grados; el índice de analfabetos  se redujo del 68 al 8% y uno de cada  tres mexicanos esta en la escuela y dos de cada tres niños tienen acceso a la enseñanza preescolar;  la cobertura  de la escuela  primaria es cercana  al 95% y cuatro de cada cinco egresados  tienen acceso a  la enseñanza  secundaria;  la matricula total del  sistema escolar pasó de 850 mil a más de 25 millones, es decir, hay alrededor de 100  naciones en el mundo que tienen,  cada una de ellas, una población total que es menor al número de niños y jóvenes que atiende el Sistema
Educativo Mexicano.  Esta es, sin duda,  una hazaña  de enormes proporciones. 
Con el extraordinario avance  de la miras educativas venes mexicanos en los valores históricos y culturales  de nuestra nacionalidad; también han  sido capacitados en  las destrezas especializadas de la
tecnología,  en la iniciativa que genera fuentes de trabajo; en el  servicio público, en la imaginación que cristaliza a la sociedad  en una obra de arte, en una letra impresa, en el movimiento plástico  de su propia creatividad.  Al programa  educativo de la Revolución Mexicana debemos el contar con  una población más letrada; debemos la escuela rural y la autonomía universitaria, la educación de especialización agropecuaria y la politécnica; debemos la integración irreversible de un sentimiento,  una cultura,  una sensibilidad propiamente mexicana.  Las grandes metas que se plantearon los  revolucionarios en los años veinte  han sido también  las grandes  realizaciones del magisterio,  de la
sociedad y de los gobiernos de la Revolución;  cobertura ami de la Revolución se estimularon y acompañaron  los grandes desarrollos  del país;  pero también --hay que reconocerlo--  se acumularon rezagos y desequilibrios en el sistema educativo,  se manifestaron evidentes inequidades y deficiencias y  nacieron nuevos  y más complejos desafíos. Para todos  es muy claro que  es necesario cambiar el sistema educativo,  un cambio de fondo  y con una dirección clara. El gran reto hoy es la calidad  de la educación, la modernización integral del sistema y su respuesta. La modernización  educativa es inevitable  y necesaria. La revolución en los conocimientos y la intensa  competencia mundial imponen hoy a las naciones realizar una seria reflexión y evaluación de sus sistemas educativos. En los Estados Unidos de América se preguntan que sucedió con su educación básica, y reconocen en la educación el
mayor reto de la sociedad norteamericana; en Japón, con uno de los mejores sistemas educativos, también se interrogan sobre su flexibilidad y calidad formativa; la prestigiosa educación pública francesa
esta hoy sujeta a una profunda revisión para  elevar la calidad,  adecuarse a  las necesidades de la competencia y recomponer  el papel  social del maestro. Los grandes países saben que su posición ante los demás y el bienestar de sus sociedades, ahora y en el futuro, dependen de una educación de calidad, a la altura de los cambios mundiales. Hoy, para México, emprender una profunda modernización
educativa es inevitable; perola modernización educativa es también indispensable para lograr los grandes objetivos nacionales. Necesitamos  cambiar lo  que impide sustentar  un nuevo desarrollo  del país,  que
abra  iguales oportunidades a todos los mexicanos. Lo haremos para preservar los valores y las tradiciones de la nacionalidad; lo haremos para sostener el crecimiento para el bienestar y competir exitosamente con las naciones de vanguardia; lo haremos para asegurar una voz más fuerte, más
presente y más decisiva de México en el mundo.La modernización educativa formará hoy a los mexicanos del siglo XXI. Por eso convocamos a una amplia yabierta consulta para la
transformación educativa, e incorporaremos a todos para llevarla a cabo. No existereto insuperable si el pueblo cuenta con una educación de calidad. Hoy podemos plantearnos una modernización educativa,
porque valoramos lo construido. Además, con la recuperación económica que ya tenemos en puerta, no educaremos para el desempleo, sino formaremos a los jóvenes de México con la perspectiva de un empleo digno y bien remunerado. Nuestra tarea es modificar profundamente al sistema educativo para cumplir con la definición del Artículo Tercero Constitucional: una educación que desarrolle armónicamente las facultades del ser humano y fomente el amor a la patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y la justicia, que sea democrática, nacional, popular y que se funde en el progreso científico y luche contra la ignorancia. Modificamos el  sistema educativo para devolverle capacidad de respuesta a los retos de la sociedad de hoy y a las necesidades que anticipamos para el futuro. Este es el punto de partida de la modernización educativa y es la responsabilidad que todos, sin excepción, compartimos. Requiere transformar la escuela, la enseñanza y la investigación; la conciencia y el papel mismo de todos los actores en este proceso esencial de la nación; sobre todo, requiere una participación sin precedente del magisterio. Si a todos interesa y afecta la educación, es a las maestras y maestros de México a quienes principalmente co-v rresponde y afecta la modernización; son los responsables primeros de llevarla a los hechos.  Con base en las aportaciones de muchos mexicanos que participaron en la consulta nacional, ha sido posible identificar los principales retos de la modernización educativa. El proceso de selección de objetivos, estrategias e instrumentos ha constituido en sí mismo un acto educativo y un acto de modernización.
Nos alejamos de dogmas y de querellas; se mantuvo la guardia contra el autoengaño y la inercia; se incorporó la aportación espontánea y se propició el trabajo sistemático de los grupos de expertos y profesionales de la educación. Hemos definido prioridades y precisado métodos para modernizar la educación, pero la tarea es abierta, porque su revisión  es permanente. Nos demanda a cada uno, desde su posición, asumir una parte de las responsabilidades de modernizar la educación. No hay otra forma para poder actuar, sin socavar su espíritu. El punto de partida ha sido un diagnóstico veraz, crítico, a veces crudo y siempre  realista. Estamos orgullosos de lo hecho; estamos preocupados, pero actuando,
por el porvenir.  No ha buscado recriminaciones, sino aclarar y precisar las tareas del futuro; identificar los desafíos a los que debe responder la educación desde ahora: la centralización,  la falta de participación social y de solidaridad, el rezago educativo, la dinámica demográfica y la falta de vinculación interna con el avance de los conocimientos y la tecnología, y con el sector productivo. 
El programa proporciona un nuevo modelo de educación para el país. La modernización educativa implica definir prioridades, revisar y racionalizar los costos educativos y, a la vez, ordenar y simplificar los mecanismos para su administración. Innovar los procedimientos, articular  los ciclos y las opciones;  imaginar nuevas alternativas de organización y financiamiento; actuar con decisión política y con el concurso permanente y solidario  de las comunidades, es la respuesta.  Su aplicación no está detallada porque  la participación y responsabilidad sociales son imprescindibles para llevarlo a los hechos. Sólo
un cambio total de incentivos y  modalidades  de participación de los actores, principalmente
los  maestros, puede hacer cambiar  el sistema educativo  en un forjador de la calidad educativa de los mexicanos. Supone romper inercias y establecer nuevos mecanismos; requiere una profunda  aplicación
descentralizada. El modelo de educación moderna  con  el que nos hemos comprometido, define  las lí-
neas  del cambio  en las  dos grandes  dimensiones del sistema  educativo: la dimensión escolarizada,  que incluye la primaria,  la secundaria, la media superior y  la superior, y  la dimensión  no escolarizada, que incorpora todas las opciones  no formales  o abiertas.  La educación primaria es el centro prioritario de atención del nuevo  modelo  educativo. El papel determinante que cumple en nuestras circunstancias, hace de la educación primaria el elemento  en torno al cual giran las ambiciones de una educación de calidad, una  auténtica apertura de oportunidades  iguales  para todos y un cambio que posibilitará  nuestras metas  de crecimiento con equidad.  No olvidemos  que en  la primaria  se encuentran 14 millones de niños, mientras que en la secundaria están inscritos 4 millones.  Es clara la prioridad que
en los recursos y en la atención debemos  dar a esta parte central  de la educación básica. 
Nos proponemos  una nueva concepción que  acepta  su función esencial en torno al edificio educativo y también  en la realidad productiva  de la nación.  Por eso buscamos  universalizar el acceso a la educación primaria, incorporar a todos  los niños y lograr  su permanencia hasta  la conclusión del ciclo; paralelamente, atacaremos de manera  frontal el rezago  en este  ciclo con modalidades abiertas para la población que ha abandonado la escuela.  Estos esfuerzos demandan innovaciones  en los procedimientos de atención educativa y  en la  organización  de los servicios para atender  especialmente a las poblaciones dispersas, impulsar la  creación de bibliotecas,  talleres laboratorios de uso  comunitario y reanudar la atención a la cultura y  al deporte, que es el complemento de esta meta
del programa.  La característica distintiva  de la educación  primaria debe ser la calidad. Para alcanzarla  vamos  a revisar  los contenidos teóricos y prácticos que se ofrecen en el sistema. Avanzaremos hacia  el dominio  de la historia, la ortografía,  la geografía,  la aritmética y  las matemáticas, el civismo y la asimilación de los métodos, como herramientas para la apropiación  de la cultura nacional y  de la universal. 
Consolidaremos  en los alumnos el rigor de pensamiento,  la economía  en la acción,  la solidaridad en  la convivencia; pero, sobre todo, el orgullo de ser mexicanos.  Lo haremos mediante cambios  en los métodos  de enseñanza para que conformen efectivamente una  atmósfera  de aprendizaje. La primaria,
como ciclo básico,  requiere esfuerzos especiales  en la educación inicial y preescolar, como mecanismos niveladores de las condiciones de ingreso a la primaria entre la población  más vulnerable, la  que menos tiene.viii Para elevar  la calidad  de la educación  básica  debemos articular coherentemente  sus grados. Los  niveles precedentes a la primaria se sustentarán, los niveles  posteriores  se ampliarán y profundizarán los logros de la primaria. Promoción básica,  congruencia y aprendizaje progresivo, sustentarán la naturaleza de las vinculaciones entre niveles educativos; sin
embargo, la calidad de un sistema internamente ligado necesita una estrecha interrelación en todos los grados con la vida social y productiva, por un lado, y con la innovación científica y tecnológica
por el otro. De este  esfuerzo debe resultar rigor en el pensamiento y la sistematización en la acción; una nueva cultura  científica y tecnológica y un aliento a la creatividad desde los primeros grados educativos.  Una primaria de gran calidad debe ser capaz de proporcionar en gran medida, por sí misma, las herramientas para llevar una vida digna. Debemos ser realistas. Este es el ciclo terminal para muchos, presionados por la necesidad de un empleo. Será completa y suficiente y permitirá siempre avanzar, mejor preparados, a los grados superiores. Será para todos, pero principalmente será de primera calidad.  La educación secundaria demanda con urgencia una definición precisa que le dé sentido frente a las necesidades sociales y represente un claro avance para  los estudiantes. Debemos terminar con la indefinición que proviene de dos tipos de programas: uno por áreas y otro por asignaturas, que le resta coherencia; debemos vincularla más estrechamente a la vida social para hacerla relevante y significativa a cada uno de sus egresados.  Ellos deben sentir el valor y la utilidad de esta
etapa. Esta  es la única manera de detener el incremento de la deserción  de jóvenes  que  no ven su esfuerzo traducirse en una mejor preparación  para  la vida. 
La secundaria es el mayor reto pedagógico del nuevo modelo  educativo.  En la educación secundaria  el  esfuerzo será profundizar y ampliar los aprendizajes  realizados  en la primaria; será, igualmente, etapa  completa por sí misma, capaz  de formar  para el trabajo y la vida social plena y, también, para seguir a  otros ciclos técnicos o de educación media superior.  La educación media  superior ampliará y  especializará los aprendizajes, abriendo múltiples opciones terminales y dejando abierta la posibilidad de acceder a la educación superior. El modelo  definirá el nuevo perfil de este ciclo de educación hacia  una nueva articulación  interna,  orientando vocaciones, y a una más intensa  vinculación  con  la vida productiva y con la creatividad de la vida cultural. Su autentico  avance,  por ello, reclama  una liga firme con  la vida social de las  regiones, de las localidades, de la comunidad.  En ella  debe encontrar raíces  para sustentar una atención predominante que habilite  al alumno para integrarse a  su comunidad  de manera productiva o continuar a la educación superior. Son las regiones y las comunidades quienes deben jugar  un papel determinante  en este proceso,  financiando, abriendo oportunidades para el entrenamiento y  para conectar su vida cotidiana a la vida en las aulas. 
La educación superior  es el motor de la innovación y de la alta  calificación  de los mexicanos para las tareas del futuro.  Es también  el componente que puede aportar nuevos conocimientos y, así,  nuevas modalidades  de formación académica que soporte el esfuerzo de modernización  de todo el sistema educativo. Su paso es ordenar  y, concertadamente, buscar  soluciones  para la eficiencia  interna de las  instituciones  de educación superior con el mayor  respeto a la garantía constitucional  de la autonomía universitaria.  Concertemos  su reorganización  hacia la  solución de los problemas  nacionales y regionales.  El gobierno  de la República  asegura su apoyo  decidido a  la educación  superior y a la investigación  de alto nivel.  Debemos precisar  las maneras y los  medios para  asegurar mayor  autosuficiencia financiera  de las universidades. El Gobierno  Federal aportará mayor financiamiento para programas  específicos y productivos,  que proyecten  la docencia y  la investigación a
estadios más elevados  de excelencia.  Es un imperativo  de justicia y eficacia.
El reto del  rezago demanda una lucha frontal y  decidida  mediante  la modernización  de los  servicios generalizados  de la educación  para adultos y de formación para  el trabajo. Ampliar y fortalecer
estos servicios  necesita  la corresponsabilidad y la solidaridad de las  entidades  federativas,  por lo que  doy la bienvenida  al compromiso  de los  gobiernos  de los estados con este Programa  para la Modernización  Educativa, y también  a las organizaciones  de la sociedad.  Abriéndolo flexiblemente
a todos,  debe atacar frontalmente  los rezagos  y admitir a personas con  antecedentes escolares diversos.  Debe tener autentica calidad y utilidad. No escapa por ello al impacto de la innovación y la adaptación  del sistema  escolarizado. Los rezagos  más evidentes son los cuatro millones  de analfabetas mayores  de 15 años,  los 20 millones de adultos  que no han concluido  la primaria, los 16 millones  más que no acabaron la secundaria. La  reforma  educativa  mira con sentido  de urgencia  hacia estas deficiencias en la cobertura, y diseña una  acciónxi sistemática y solidaria de todos. En particular, la mayor expresión de solidaridad se concentrará en las colonias populares marginadas y en la población  rural. Este es el mayor reto de la educación abierta. No olvidemos que el rezago mismo esta desigualmente distribuido. En síntesis, el nuevo modelo educativo, la esperanza de la nación, buscará una educación primaria universal, más firme y más útil para la vida; una educación secundaria y media superior mejor definidas y más flexibles en las opciones que abre; una educación superior de excelencia e innovaciones, donde el mayor financiamiento respalde la mejor organización, y una educación abierta que restituya y abra un futuro de oportunidades a los más necesitados entre nosotros. El Programa para la Modernización Educativa 1989- 1994 se apoya y se distingue de los otros esfuerzos anteriores por su carácter integral; se señala también por su mirada de mediano plazo y gran aliento y, por eso, guiada por los objetivos  nacionales. Lo hará mediante la operación óptima de los sistemas escolarizados y la diversificación y flexibilidad de  los  sistemas abiertos, enriquecidos por la
investigación educativa y la utilización idónea de los medios de comunicación electrónicos. La educación será así de calidad, democrática, nacionalista y popular, vinculada con los conocimientos y
las tecnologías, y con el aparato productivo.  La educación en México ha de restituir las  oportunidades
de una mejor vida a los mexicanos que menos  tienen. Por ello tendrá también decisivo apoyo el programa extraordinario que en materia de cultura llevaremos a cabo y aquel  que en materia de deporte nos  han reclamado los padres de familia como complemento indispensable para la formación de sus
hijos. Por todo eso, el programa no busca enfrentar los desafíos educativos con más de lo
mismo, centralizadamente o  con burocratismo. Busca tomar en serio la imaginación y la experiencia de los principales actores de la educación --los maestros, los pedagogos, los investigadores en todas las áreas del conocimiento--, e incorporarlos a todos para llevar a la práctica el remedio y  su perfeccionamiento. Busca liberar potencialidades. La unidad vendrá del apego alos valores nuestros que  la educación engendre y las capacidades amplias que ella  fomente.  El sistema educativo va a descentralizarse. La descentralización significa reconocer que la comunidad local puede articular nueva vida, propia y original, a la educación en su ámbito, acorde a los valores de nuestra historia y a la meta de integración nacional. No se contrapone al cumplimiento del mandato constitucional de contar con  una educación nacional, integradora al servicio de los objetivos nacionales. Las bases de la unidad entre todos los mexicanos se enriquecen en el reconocimiento familiar de las tradiciones locales y de la vida cotidiana. El desafío exige un sistema nacional que desencadene las fuerzas de nuestra sociedad contenidas en todas las regiones del país. La modernización educativa significa una nueva relación del gobierno con la sociedad; una incorporación definitiva de ciudadanos y grupos al interior del ámbito
educativo. Implica la solidaridad como actitud, como enfoque y como contenido educativo; exige un compromiso de eficacia que sólo se cumple si las vidas de los mexicanos son mejores y si los propósitos nacionales se cumplen. La búsqueda de la calidad requiere apoyar y promover el papel del magisterio y forjar los mecanismos idóneos de reconocimiento al mismo.  Debemos fortalecer  su trabajo, conciliar el sentido de servicio que siempre han tenido, con mejores condiciones de vida y en ascenso. Ratifico mi compromiso de elevar permanentemente el nivel de vida de las maestras y
los maestros mexicanos. Es prioritario abrir canales de participación académica, superación y actualización de  los maestros, en permanente diálogo con ellos. Los maestros son base de la
transformación que habrá de cambiar  el rostro de la educación en México.  Señoras y señores, Educadores de la patria: Estamos conscientes que no será posible alcanzar los objetivos de la modernización educativa en el corto plazo, pero debemos avanzar y hacerlo con la mayor celeridad porque el país  no se detiene. La sociedad evoluciona día a día y sus desafíos son cada vez mayores. 
Los mexicanos no podemos resignarnos a recibir el nuevo siglo con el rezago de ayer, con la desilusión de los mexicanos que ahora nacen. No podemos permitir que muchos compatriotas permanezcan al margen de la educación, o que el sistema educativo sea para entonces aún insuficiente. Ante el surgimiento de un nuevo esquema de relaciones internacionales, ninguna nación puede en la actualidad pretender permanecer aislada, y menos en el ámbito de los conocimientos y las sensibilidades. Ello significaría estar y permanecer al margen del rumbo de los acontecimientos y perder la capacidad de dar satisfacción a las necesidades sociales. Cambiar es por ello el reclamo de los tiempos, la
pauta a  seguir en un contexto de inusitadas transformaciones.  La modernización educativa que aquí se  presenta, es el camino abierto, amplio para recibir  de lleno  la nueva corresponsabilidad de gobierno y
sociedad, en el más noble y más urgente de los esfuerzos para hoy y para los hijos de las generaciones por venir. En su afán por entrar de lleno a la modernización, México habrá de servirse de la educación como la palanca firme, como instrumento del cambio y la transformación. La educación tendrá que servir de motor en la generación de las nuevas ideas y actitudes, acordes con los nuevos tiempos; deberá impulsar los ajustes para lograr una nueva estructura productiva,  eficiente, respaldada en el conocimiento científico y tecnológico; deberá servir de sustento en una cada vez mayor conciencia de solidaridad social e identidad nacional. Una educación moderna, de calidad, servirá también para guiar los pasos de una sociedad más participativa y plural; habrá de señalarnos el rumbo a seguir para aumentar nuestra presencia en el mundo; también deberá responder al reclamo que un indígena me hizo recientemente en el sureste de la patria. Pidió  con sencillez, pero también con una claridad extraordinaria: "Queremos a los maestros en nuestras comunidades, educando a nuestros hijos con dulzura". México es respetado por su cultura y tradición, por su amor a la belleza y su calidez humana. Hoy lo es más, gracias a su reciedumbre y capacidad de levantarse sobre cualquier desafío. La he escuchado de los  líderes de otras naciones. El reto de la educación será conquistado con esa misma fuerza y esa misma historia de realizaciones. En muchos años, en las primeras décadas del siglo XXI, los hombres y mujeres que construyan el destino de México, se habrán educado bajo el esfuerzo que iniciamos ahora. Las metas de México entonces se sostendrán sobre las realizaciones educativas
de hoy. Esta es la continuidad de las generaciones y también nuestra gran responsabilidad con el futuro.xv Invito a todos, principalmente a los maestros, a renovar su misión transformadora; a reafirmar su apostolado por la niñez y la juventud mexicanas, haciendo del momento educativo la gran modernización de México. Invito a los padres de familia, responsables de lo más querido entre nosotros, los hijos, a participar en la educación que queremos lograr. Invito a los estudiosos,
los intelectuales, los expertos, los artistas mexicanos, a aplicar su capacidad de innovación al ámbito educativo. Invito a los trabajadores y profesionales de México a involucrarse con una gran acción educativa, de la que todos nos beneficiamos. Invito a los productores y empresarios a dar el gran
salto en la formación de recursos humanos al más alto nivel.  Invito a todos mis compatriotas a que llevemos a México a ser la nación moderna que queremos legar, más fuerte adentro porque está mejor educada, y por eso más justa, más productiva, más democrática, pero sobre todo más soberana y más digna.  ¡Así queremos la Patria, así hagámosla, mexicanos!


JAIME TORRES BODET



EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET UNA VISIÓN HUMANISTA DE LA EDUCACIÓN DE ADULTOS


Jaime Torres Bodet ocupa un sitio prominente en la historia de la cultura mexicana del siglo veinte. Hombre de letras toda su vida y entregado desde la juventud a
la función pública; miembro del servicio exterior primero, después Subsecretario
de Relaciones Exteriores, Secretario de Educación Pública en dos ocasiones, de
1943 a 1946 y de 1958 a 1964; Secretario de Relaciones Exteriores; Director de la
UNESCO de 1948 a 1952; Embajador de México en Francia, dejó una huella perdurable en su paso por todos estos cargos. Coordinó la nueva redacción y seguramente fue el hacedor principal, del texto del Artículo Tercero Constitucional aprobado por el Congreso en el año de 1944, con el que se superó un conflicto de
varios años por el establecimiento que el anterior hacía de la educación socialista,
texto que se ha mantenido sin cambios en la parte conceptual que define y precisa
la naturaleza y fines de la educación mexicana; al frente de la UNESCO logró para
esta institución un impulso en sus acciones y presencia en los países llamados
luego del tercer mundo o en vías de desarrollo; animador y ejecutor, en 1958, del
Plan de Once Años, primer esfuerzo nacional de planeación educativa en México; creador de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito; creador del
Museo de Historia en Chapultepec y del Museo Nacional de Antropología e Historia, la Pinacoteca del Virreinato y de otras muchas instituciones y promotor y
realizador de acciones que sería largo enumerar; autor, además, de una obra poé-
tica, narrativa y ensayística que lo sitúa entre las figuras prominentes de las letras
mexicanas del siglo pasado, su herencia continúa ofreciendo frutos en beneficio
del país y de las nuevas generaciones de mexicanos.
Jaime Torres Bodet nació en la ciudad de México el 17 de abril de 1902. Su vida
mostró, muy tempranamente, la vocación poética y literaria y una clara orientación hacia el servicio público y las tareas intelectuales. Cursó las primeras letras
en la escuela primaria anexa a la Escuela Normal y tiene apenas 16 años cuando
termina sus estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, para continuarlos en la
de Jurisprudencia. Al cumplir diecinueve años, apenas tres después de haber sali-10
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
do de la Escuela Nacional Preparatoria, es designado secretario de ésta. Es el año
de 1921, fecha en que se crea la Secretaría de Educación Pública, del que es
primer titular José Vasconcelos, quien desde un año antes estaba al frente de la
Universidad Nacional. José Vasconcelos nombra al joven Torres Bodet como su
secretario particular y la cercanía con esta importante figura de la cultura nacional debió dejar huella en el espíritu del joven, que ya empezaba a despuntar en la
creación poética. "Quien no lo haya tratado en esos días de 1921 –escribió años
después Torres Bodet sobre José Vasconcelos– no tendrá una idea absolutamente cabal de su magnetismo como ‘delegado de la revolución’ en el ministerio. La
juventud vibró desde luego ante su mensaje, de misionero y de iluminado."
1
 Un
año después, en 1922, Torres Bodet pasa a la jefatura del departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, donde permanece tres años; aquí
participó en la revista El libro y el pueblo. Ese mismo año fue fundador y codirector, con Bernardo Ortiz de Montellano, de la revista literaria La falange.
En los primeros años juveniles Jaime Torres Bodet dedica sus inquietudes a la
poesía. Cuando en los años de madurez recoge en sus Memorias aquellas experiencias casi infantiles, el recuerdo de un juicio que le mereció un poema suyo  de
parte de su maestro de poesía en la Preparatoria, Enrique Fernández Granados,
escribe: "¡Ser un hombre de letras! Aun cercada entre admiraciones, la exclamación no contiene sino una parte muy débil de mi esperanza a los doce años."
2
  La
vocación lo conduce por el camino de las letras. En 1924 el doctor Bernardo J.
Gastelum, designado Jefe del Departamento de Salubridad (antes de convertirse
en secretaría), nombró a Torres Bodet su secretario particular. Sólo el año anterior, en 1924, había publicado tres libros de poesía. Imparte clases en la Escuela
Nacional Preparatoria y en la de Altos Estudios. En 1928 participa en la creación
de la revista Contemporáneos y ese mismo año renuncia a su trabajo en Salubridad, presenta examen para su ingreso al servicio exterior y parte a España como
tercer secretario de la Legación de México. Pasa después a La Haya, París,
Buenos Aires y Bruselas. Son diez años de actividad en el servicio exterior y en la
capital de Bélgica lo sorprende la segunda guerra mundial. Es el año de 1940,
regresa a México e interrumpe su carrera diplomática. Ese mismo año, el presidente Manuel Ávila Camacho lo designa Subsecretario de Relaciones Exteriores.
Permanece en el puesto hasta fines del año de 1943, pues el presidente lo designa
Secretario de Educación Pública, sustituyendo al militar y abogado Octavio Véjar
Vázquez. Empieza, en la vida de Jaime Torres Bodet, la larga etapa dedicada a la
1
Jaime Torres Bodet, Memorias, Tiempo de arena, Ed. Porrúa, México, vol. I, p. 83.
2
Ibid, p.37.11
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
educación y la cultura, que salvo los dos años en que fue Secretario de Relaciones
Exteriores, de 1946 a 1948, y Embajador de México en Francia, de 1955 a 1958,
se continúa hasta el año de 1965, cuando concluye su desempeño, por segunda
ocasión, como Secretario de Educación Pública en el gobierno de Adolfo López
Mateos, después de haber sido Director General de la UNESCO de 1948 a 1952.
Cuando Jaime Torres Bodet llega a la Secretaría de Educación Pública en 1943,
tiene cumplidos 41 años de edad. En este momento de madurez física e intelectual, su obra literaria cuenta ya con 18 libros publicados: diez de poesía, siete de
novelas y relatos y uno de crítica literaria. Puede decirse que su paso por la poesía
y la narrativa ha afinado su sensibilidad y le ha permitido poseer una visión amplia
sobre las situaciones humanas y sociales de la existencia, de modo que esta visión
y esta sensibilidad orientan ya su actitud como servidor público. Aunque no abandona las letras al dedicar su vida a la tarea pública, se reduce notablemente su
presencia en la creación literaria de esos años. De sus muchos libros de poesía,
Los días, publicado en México en 1923, contiene un breve poema que pareciera
premonitorio, si se considera la dedicación posterior de su vida. Este breve poema
dice:
Estoy solo. Mañana va a empezar la cosecha.
Tras un año fecundo, la alegría esperada...
Un agrio viento silba por mi ventana estrecha
y pienso, entre la sombra: Yo no he sembrado nada...
3
Su tiempo de sembrar llegó finalmente. Jaime Torres Bodet dice al respecto:
Transcurrieron los años. La vida me impuso otro género de deberes. Participé en la Administración: primero como Subsecretario de Relaciones Exteriores; después, de diciembre de 1943
a noviembre de 1945, como Secretario de Educación Pública y, de diciembre de 1946 a
noviembre de 1948, como Secretario de Relaciones Exteriores. La poesía cobró, en mi existencia, un significado sumamente distinto: se volvió acción.
4
Torres Bodet ocupó el cargo de Secretario de Educación Pública el 24 de diciembre de 1943. La tarde del último día de ese año, viernes, Torres Bodet paseó por
los patios de la secretaría. Se había demolido la galería central que separaba las
alas sur y norte del edificio. Hoy, esa galería existe y la escalera central que
3
Jaime Torres Bodet, Los días, Ed. Herrero, México, 1923, p. 160.
4
Emmanuel Carballo, Protagonistas de la literatura mexicana, "Sepan cuantos...", núm. 140,
Ed. Porrúa, México, 1994, pp. 231-232.12
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
conduce al segundo piso, fue mandada reconstruir por Torres Bodet. El paseo de
ese día último de 1943 lo cuenta él mismo en sus Memorias y la reflexión que
acompaña a ese recuerdo, merece nos detengamos en ella: "La obra no se inició
sino meses más tarde. Si aludo a ella, en estos momentos, es porque la noche que
sentí la urgencia de comenzarla me dio una objetiva noción de lo que iba a ser mi
destino, durante años: rehacer la secretaría, tratar de darle un sentido de enlace
humano  y de unión patriótica; evitar las discordias políticas y las inútiles controversias; asociar los extremos que amenazaban ruina; ligar de nuevo, con una
afirmación de esperanza, el norte y el sur de todas las inquietudes, y hacer –de
cuanto lográsemos reparar– una escalinata afectiva, para el ascenso de nuestro
pueblo hacia planes más elevados y resistentes, más libres y más dichosos."
5
Cuando el general Manuel Ávila Camacho llega a la presidencia, el país tiene 19
millones 649 mil habitantes. De estos, sólo tres millones 928 mil eran población
urbana y el resto, o sea 15 millones 721 mil, eran población no urbana. El analfabetismo alcanzaba ese año (entonces se cuantificaba esta población a partir de los
seis años de edad) un promedio de 47.88 %, que en números absolutos era una
población de casi nueve millones y medio de personas. Ante esta situación, es
fácil entender que la acción de la Secretaría de Educación Pública debía orientarse necesariamente hacia las mayorías, con especial atención a la población marginada e indígena. Jaime Torres Bodet fue consciente de ello desde el momento
de tomar posesión de su cargo y pocos meses después ya trabajaba en la Campa-
ña Nacional contra el Analfabetismo. Sin ser obviamente la única tarea, cobró
prioridad en los años en que estuvo al frente de la secretaría, dándole un gran
impulso a este esfuerzo. Pero no se limitó a esto, pues obtuvo del presidente Ávila
Camacho que esta campaña se apoyara en una ley. Esto ocurrió apenas nueve
meses después de ocupar Torres Bodet el cargo de Secretario de Educación.
Así resume el crítico Emmanuel Carballo las actividades de Jaime Torres Bodet
en 1944:
Año fundamental en la vida de Jaime Torres Bodet como Secretario de Educación. El 3 de
febrero inaugura las labores de la Comisión Revisora y Coordinadora de Planes Educativos,
Programas de Estudio y Libros de Texto, el 23 de abril preside en Saltillo  el Congreso de
Educación Normal, el 10 de julio coloca la primera piedra del edificio destinado a la Escuela
Normal Superior, el 21 de agosto expide el presidente Ávila Camacho la Ley de Emergencia
que estableció la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. El 27 de septiembre inaugura  en
el Castillo de Chapultepec el Museo Nacional de Historia. Ese mismo año se sentaron las
bases para la constitución del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción
5
Jaime Torres Bodet, Memorias. Tiempo de arena, Ed. Porrúa, México, vol. I, pp. 242-243.13
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
de Escuelas, así como las del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, inaugurado el
19 de marzo de 1945. Además, empezó a publicarse la Biblioteca Enciclopédica Popular, que
editó más de 120 números al precio de 25 centavos  por ejemplar.
6
En este sorprendente conjunto de actividades destaca la Ley de Emergencia que
puso en marcha la Campaña Nacional contra el Analfabetismo. En esta ley se
estableció como obligación que todo mexicano mayor de 18 años y menor de 60,
que supiera leer y escribir, enseñara a leer y escribir a otro compatriota que no
supiera hacerlo. De los casi nueve millones y medio de analfabetos, se consideraron aparte los mayores de 40 años y los indígenas monolingües, sujetos a acciones
especiales, que sumaron casi tres millones y medio; del resto, o sea un poco
menos de seis millones, al concluir el gobierno del general Ávila Camacho y el
desempeño de Torres Bodet como Secretario de Educación Pública, se atendieron mediante esta campaña un poco menos de millón y medio, o sea un 25 % del
total nacional de analfabetos. En su informe de labores al concluir su gestión,
afirmó Torres Bodet:
Saber leer y escribir no equivale, sin duda, a haber seguido paso tras paso un ciclo completo
de educación. Saber leer y escribir constituye un mínimo, un estricto mínimo. Por eso precisamente, porque es un mínimo –pero un mínimo que, por cierto, no ha logrado obtenerse por
igual para todos los mexicanos, estimamos indispensable  plantear la cuestión  en términos
nacionales. No hay problema social que no rescate como raíz recóndita la ignorancia. El
alcoholismo, la criminalidad, la mendicidad y el desarrollo precario de la agricultura y de las
industrias pueden atribuirse a muchos orígenes; pero en todos estos orígenes hallaremos, más
o menos cercana, presente siempre, una sombra dramática: la incultura.
7
Al concluir su desempeño como Secretario de Educación Pública, Jaime Torres
Bodet fue invitado por el presidente Alemán a ocupar el cargo de Secretario de
Relaciones Exteriores. Esta responsabilidad se limitó a dos años, pues el Consejo
Ejecutivo de la UNESCO acordó el 23 de noviembre de 1948 proponer oficialmente
a Jaime Torres Bodet como director general de este organismo. Debe recordarse
que en 1945, en su carácter de Secretario de Educación Pública, viajó a Londres
en noviembre para asistir a la Conferencia constitutiva de la UNESCO, encabezando la delegación mexicana y acompañándolo como miembros de esa Delegación,
José Gorostiza y Samuel Ramos. En esta ocasión fue designado miembro de la
comisión redactora del acta constitutiva del nuevo organismo. La Conferencia
General de la UNESCO lo eligió como Director General en Beirut, Líbano, el día 26
de ese mismo mes y tomó posesión el 19 de diciembre de 1948. En el discurso
6
Emmanuel Carballo, Jaime Torres Bodet, Col. Un Mexicano y su obra, Empresas Editoriales,
México, 1968, p. 136.
7
La obra educativa en el sexenio 1940-1946, SEP, México, 1946, p.47.14
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
pronunciado en esa ocasión, Jaime Torres Bodet proclamó su fe en el humanismo:
“La interdependencia mundial, que hoy se impone con caracteres irresistibles, no
tiene sólo lugar en lo político y lo económico. El espíritu y la cultura no son en
modo alguno ajenos a ella. Voces de todos los ámbitos proclaman que marchamos
hacia un nuevo humanismo.” Es evidente que el signo histórico impone características y orientación a las ideas y conceptos con los que el hombre identifica sus
tareas esenciales y proyecta su acción en el tiempo. Por ello, si el humanismo
clásico estuvo centrado en la inteligencia, Torres Bodet es consciente de que esta
concepción no es suficiente en la mitad del siglo veinte.
La inteligencia –dijo Torres Bodet en esa ocasión– desplegó todas sus potencialidades en la
técnica, en el dominio de la naturaleza por el hombre, pero fue incapaz de mover entre los
hombres resortes eficaces de concordia y de virtud [...] Lo que debe hacerse, por tanto, sin
sacrificar a la inteligencia, es integrarla armoniosamente con otras virtudes humanas que acaso
de otras culturas extrañas a la nuestra podamos aprender. El humanismo clásico se encerró en
otros tiempos en el Mediterráneo; el humanismo moderno no puede tener términos ni fronteras. Contribuir a plasmar este nuevo humanismo en la conciencia de la humanidad es, por
ventura, el más alto fin de la UNESCO.
8
Bajo este aspecto de universalidad, donde el hombre adquiere preeminencia por
su valor esencial como persona, se rigió la conducción de las acciones de Torres
Bodet en la dirección general de la UNESCO. Ésta tenía apenas tres años de vida
y su primer director había sido el inglés Julián Huxley. Cuatro años estuvo Jaime
Torres Bodet al frente de la UNESCO, hasta finales de 1952, y en todo este tiempo
impuso su impronta a la organización. Funcionario infatigable, viajero permanente
para confirmar con su presencia el interés del director general de la UNESCO en
las acciones emprendidas y en las reuniones, conferencias y comisiones impulsadas, estuvo presente en numerosas situaciones promovidas por el organismo. En
febrero, menos de dos meses después de su designación, ya está en Bruselas,
donde frente a la Comisión Nacional Belga ratifica los principios que hacen posible una política internacional en favor de la educación, la ciencia y la cultura. En
abril viajó a Cleveland, Ohio, para impulsar las labores de la Comisión Nacional de
los Estados Unidos para la UNESCO. En esta ocasión afirmó: "Nadie posee realmente nada cuando no es digno de disponer de lo que posee, para el bien de la
8
Jaime Torres Bodet, Discursos en la UNESCO, SEP, Comisión Nacional de los Estados
Unidos Mexicanos para la UNESCO, México, 1987, pp. 32-33.15
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
humanidad."
9
 Este pensamiento muestra la dimensión otorgada a las acciones
humanas más allá de límites y fronteras, acciones concebidas para cumplirse ahí
donde son necesarias, dada la desigual distribución en el mundo de los bienes, los
servicios, la cultura y la educación. Por eso es importante destacar en el pensamiento de Torres Bodet la convicción humanista que orientó sus acciones y propuestas. Y en la base de esta convicción, una idea fundamental en relación con la
responsabilidad ineludible de todos aquellos que de una o de otra manera, somos
beneficiarios de los bienes de la civilización, idea que conlleva al mismo tiempo el
valor y la responsabilidad de la participación en las tareas humanas superiores.
Merece recordarse la cita que hace en su discurso de septiembre de1949 en
París, de un pensamiento del historiador francés Jules Michelet, pues al mencionarlo Torres Bodet convierte ese pensamiento en propio: "Creo en el porvenir,
porque yo mismo lo estoy haciendo",
10
 idea que para algunos pudiera significar
soberbia histórica, pero que finalmente conduce a una posición de reconocimiento
del valor que tiene lo que el hombre hace, no importa quien sea, cuando esa acción
se apoya en la significación humanística de todo aquello que pugna por mejorar las
condiciones básicas de la persona y de la sociedad.
Seis meses después de asumir la Dirección General de la UNESCO, Jaime Torres
Bodet inaugura la Conferencia Internacional sobre la Educación de los Adultos,
en el Castillo de Kronborg, en Elsinor, Dinamarca. El discurso que pronuncia en
esta ocasión contiene una visión clara del significado y trascendencia de esta
educación en el contexto de la sociedad humana. Antes de pasar a la revisión y
análisis de las ideas expuestas en este discurso, es pertinente una reflexión sobre
el sentido y valor que el desempeño de la función pública tuvo en la vida de Jaime
Torres Bodet. Él mismo, en sus Memorias, recuerda lo que le dijo el poeta Carlos
Pellicer al aceptar a fines de 1943 la invitación del presidente Ávila Camacho
para hacerse cargo de la Secretaría de Educación Pública: "Te has retirado, Jaime, a la vida pública". Es decir, la decisión significaba dejar de lado no sólo las
letras, sino ese ámbito o espacio que les es natural y propicia el diálogo y el
intercambio de las ideas. En vez de esto, largas jornadas de trabajo, obligaciones
y responsabilidad permanentes, soledad, la exigencia de tomar siempre decisiones
que no admiten retraso. Todo, contrario a esa otra visión de la vida que se manifiesta en el ocio creador. Entonces no faltaron críticas y juicios que establecieron
la disminución del escritor frente a las exigencias a que se ve sujeto el funcionario
público. Así fue en efecto, pero también hay que decir que la vida le concedió a
9
Ibid, p. 59.
1 0
Ibid, p. 119.16
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
Torres Bodet tiempo para regresar a las letras, la poesía por una parte y por otra
a los muchos ensayos que coronaron su tarea de escritor. Ensayos sobre Balzac,
Pérez Galdós, Dostoievsky, Marcel Proust, Rubén Darío y algunos más. Pero
nunca se ha reconocido que en los muchos discursos que pronunció Torres Bodet
con motivo de su función pública, quizá un número cercano a los 200 (sólo de su
período en la UNESCO se han recogido 50), varios de ellos esconden verdaderos
ensayos, en los que se desarrollan ideas y juicios críticos en torno a la educación
y la cultura. El ensayo es una manifestación libre del espíritu, donde van revelándose,
mediante la gracia y la conducción de la inteligencia, los elementos propios de un
fenómeno o de una circunstancia, la mayoría de las veces esencialmente humanos, privativos del hombre y de la sociedad. Los textos de los discursos de Torres
Bodet merecen valorarse desde este punto de vista. Con esta visión nos acercaremos a su discurso sobre la educación de adultos de junio de 1949.
La primera afirmación de Torres Bodet está dedicada a precisar que la educación
de adultos no es una concepción surgida en la mitad del siglo veinte, pues la
considera una "idea permanente de la cultura". Se remonta a la época de Sócrates,
cuando su palabra perturbaba a los ciudadanos de Atenas. Sócrates "concebía la
filosofía como existencia y la existencia como pedagogía, como ‘paideia’. ¿No
fue Platón –dice Torres Bodet– quien proclamó que, para educar al ciudadano,
hay que educar a la ciudad? Y la ciudad, en el mundo clásico, ¿no era, en verdad,
el Estado mismo?"
11
 Esta idea de Torres Bodet es importante, en la medida en que
nos hace comprender que el valor de la educación de adultos no radica sólo en la
liberación y la superación del iletrado, sino también en que esta acción cobra su
significación más allá del individuo, en el ámbito de la comunidad, en la medida en
que la transformación del hombre hace posible la de la sociedad toda. En este
sentido, el valor de la educación trasciende lo individual para ubicarse en el ámbito
de la comunidad humana. Y en cierto modo, esta idea también se significa si la
consideramos a la inversa, es decir, que si nos preocupamos por la sociedad y su
desenvolvimiento, caemos necesariamente en la necesidad de educar al individuo.
De hecho, este principio de que no es posible educar al ciudadano si no se educa
también a la ciudad, tiene estrecho parentesco con este otro que se planteó en los
finales del siglo veinte, en relación con la llamada “ciudad del conocimiento", que
no es sino la identificación de que el ámbito todo del espacio comunitario debe ser
11
Ibid, p. 81.17
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
propicio para la ampliación del conocimiento y también para el desarrollo de la
inteligencia.
La educación de adultos, como la concibió Jaime Torres Bodet, se entiende como
una vía para generar en el individuo una conciencia de responsabilidad, no sólo
como persona sino también como miembro de una comunidad, de modo que la
responsabilidad no se entiende sin su vinculación con la idea de solidaridad. Vista
así esta tarea educativa, se proyecta con una gran dimensión pues si está orientada hacia la conciencia de la responsabilidad y a un mismo tiempo al sentido de
solidaridad, Torres Bodet señala con toda claridad que más que enseñar un determinado arte, o una ciencia, de lo que se trata es de enseñar el ejercicio de la vida
misma; es decir, acceder al alfabeto y los conocimientos debe permitir la orientación del individuo hacia la comprensión del valor de la vida humana. Este humanismo de la educación de adultos propicia que el individuo se acerque, por el
camino de la enseñanza, a la comprensión del valor de la humanidad. La cultura
de la responsabilidad sólo puede alcanzarse si el individuo es capaz de descubrir el
valor de la vida y su pertenencia a ella, mediante su participación en la educación
como tarea reveladora de actitudes y valores, mediante los cuales somos capaces
de acceder a nuestra identificación como parte del linaje humano, como él lo
llama. Así se otorga a la educación de adultos la capacidad de cumplirse de manera armónica y coherente con todo lo que palpita en la vida humana, la individual y
la colectiva. Y como entonces la sombra de la guerra estaba todavía presente en
aquellos años, es evidente que el valor de la paz adquiría una suprema significación. “Que las condiciones espirituales del mundo permitan que los hombres erijan
la paz y que la erijan sobre el conocimiento de la verdad, para la justicia, para el
bien y para el progreso.”
12
 Medio siglo después, la paz sigue siendo un frágil
elemento de la sociedad humana, siempre vulnerable por la acción misma de los
hombres.
En el pensamiento de Jaime Torres Bodet se contiene con claridad la idea de que
el derecho conlleva necesariamente una obligación. No podemos llamarnos acreedores al derecho a la libertad, si no somos conscientes de la responsabilidad que
se implica en esa libertad. El problema de la humanidad es el problema de las
libertades del hombre. Sin educación no hay libertad, por eso el problema esencial
de la humanidad es la educación, y en ella se contempla el camino de la liberación
de los hombres. La ayuda técnica ayudaría notablemente a los países necesitados,
“pero creo igualmente –afirmó Torres Bodet en ese mismo discurso de 1949– que
1 2
Ibid, pp. 87-89.18
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
ninguna de esas ventajas será durable si no se atiende en primer lugar a la educación."
13
Alfabetizar y educar. Pareciera que ambos son los extremos de una línea tan
extensa como la educación misma y su capacidad para alcanzar los niveles más
altos de la formación humana. Y sin embargo, es preciso reconocer que el punto
de arranque de esa línea es la base y el fundamento de todo aquello que puede
llegar a ser la educación. Si es válida la idea de que la educación libera, ningún
nivel educativo posee con más fuerza esa capacidad liberadora que la enseñanza
del alfabeto, cuando aquél que la recibe está aislado del mundo por la ignorancia.
"El niño es un proyecto de adolescente", declara Torres Bodet. "El adolescente,
un proyecto de adulto. Y el adulto –se pregunta–, en verdad, ¿qué es? ¿De qué
futuras realizaciones somos nosotros, todos nosotros, sólo el proyecto? Aquí, la
interrogación adhiere a lo más entrañable e intransferible de nuestra condición
personal. Por eso no podemos contestar la interrogación en términos colectivos."
14
Esta reflexión nos deja ver cómo cada persona es poseedora de una condición
única e irrepetible. Si accedemos a los bienes de la cultura, nuestra condición será
distinta a la de aquellos que nunca llegaron a poseerlos, ni siquiera en su más
elemental condición que son las primeras letras. Si el niño posee su propia atmósfera derivada de la misma edad; si el adolescente tiene la posibilidad de descubrirse a sí mismo, el adulto "no puede refugiarse en ninguna parte." Torres Bodet
habla, claro está, de adultos por educar, y así al adulto sólo le queda "ser él mismo,
aislándose del conjunto; o abdicar de sí mismo en la voluntad anónima de la masa."
15
De ahí la importancia, para una sociedad en cuyos miembros permanece todavía
la presencia de un número importante de iletrados, de incorporarlos mediante la
educación. A los analfabetos los llama Torres Bodet los "vencidos de antemano".
Y añade:
Porque eso son los analfabetos: víctimas de un combate en el que no han siquiera participado;
testigos inocentes y anónimos de una historia que se hace a sus espaldas y, en ocasiones, a
pesar suyo; adultos a los que exigimos victorias que no tienen ni las armas más elementales
para ganar, o niños que nutrimos para que sean, cuando crezcan, ciudadanos sólo de nombre.
16
En este discurso de Elsinor cuenta Torres Bodet una anécdota. La recogemos
íntegra porque ilustra claramente el poder de la letra escrita y de la capacidad de
escritura:
1 3
Ibid, p. 109.
1 4
Ibid, p. 85.
1 5
Ibid, pp.85-86.
1 6
Ibid, p. 102.19
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
Años antes de ingresar en la institución a que pertenezco, colaboré en mi país en una campaña
nacional de alfabetización. Al llegar el período de los exámenes, visité una población rural que
los inspectores me habían descrito como uno de los puntos en que el esfuerzo había sido más
insistente y más fervoroso. En una choza, bajo un techo de paja, una improvisada maestra
enseñaba a leer y a escribir a un grupo de campesinas. Unos metros de tela oscura y mal
encerada le servían de pizarrón. Tras de haber hecho leer varios trozos a las discípulas,
expresé el deseo de que una, la menos joven, escribiera dos o tres frases, que elegí del cuaderno
escolar empleado por la instructora. Sin vacilaciones, la alumna trazó las palabras del texto
que le dicté. Me inquietó un poco, más que las faltas de ortografía, cierta mecánica rapidez que
podía dar la impresión  de un principio de automatismo. Le rogué entonces que escribiera su
nombre en el pizarrón. En seguida me percaté de que aquélla, para su mano y para su espíritu,
era en verdad una prueba nueva. Tomó el gis con recelo y, muy lentamente, letra por letra,
comenzó a dibujar su nombre. Cuando hubo terminado lo leyó varias veces en voz muy baja.
Y, de pronto, ante la sorpresa de todos, se echó a llorar. ¿Qué significaban aquellas lágrimas –
que no recelaban, por cierto, ningún síntoma de amargura– sino el pasmo  de encontrarse, al
fin, a sí misma, súbitamente, tras de años que equivalían por la ignorancia, a una ausencia del
propio ser? En esas líneas, de caracteres toscos y primitivos, se veía ella más limpiamente  que
en un espejo, con su pobre pasado a cuestas, humilde y dócil. ¿Y no había en aquellas lágrimas
de triunfo, para todos nosotros, una enseñanza y un gran perdón?
17
¿Cómo podríamos dejar de ver en esta reacción de la vieja mujer, que muestra la
actitud de quien se descubre a sí misma a través del acto mismo de escribir su
propio nombre, el gran significado que tiene para el individuo la capacidad de leer
y escribir? En esta reacción está, quizá, la génesis de eso que más adelante será
conciencia de libertad a partir de la posesión de la palabra y de la escritura; una
libertad que exige, primero que nada, conciencia de ser, y al mismo tiempo capacidad para llegar a poseer la expresión propia. Y a partir de este primer paso,
obtener la liberación de una dependencia en la que se aniquiló siempre la posibilidad del cambio y la transformación, de llegar el individuo a ser él mismo, condición
necesaria para poder llegar a ser libre. Frente a esta singular capacidad de superación, debe adquirirse también la conciencia de la responsabilidad que conlleva
ser miembro de una comunidad y la fuerza que se implica en este singular proceso
que es la alfabetización.
Pero a pesar de la significación y la trascendencia de la alfabetización en los
países con altos índices de analfabetismo, Torres Bodet estaba muy consciente de
que ahí no terminaban los requerimientos de la educación en sociedades poco
favorecidas. Por el contrario, además de identificar las tareas de alfabetización
como una actividad "heroica" por lo que implica de esfuerzo y trabajo especial,
bien sabía que enseñar a leer era sólo lo mínimo, –"el estricto mínimo", como lo
1 7
Ibid, p.p. 102-103.20
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
dijo al concluir su primer desempeño como Secretario de Educación Pública, en
1945– en una empresa que exige de todos mucho más para poder alcanzar metas
superiores. "No lo olvidemos –decía– porque lo realmente peligroso sería limitar a
ese rudimento –el aprendizaje de la lectura y de la escritura– la formación de los
pueblos del porvenir."
18
 Y su pensamiento se complementó con una conclusión
acorde con esta tesis, idea que ya se expresó anteriormente: "Dentro de un mundo
de técnicas infinitamente complejas y de aspiraciones crecientemente universales, la civilización sólo podrá desenvolverse en un medio en el que la superación de
las masas no sea embrionaria sino armónica y coherente. Tal es el fin grandioso
de la educación de adultos."
19
Fue seguramente en el transcurso de la Conferencia General de la UNESCO en
Elsinor, Dinamarca, del año 1949, donde Jaime Torres Bodet propuso la creación,
por parte del organismo bajo su dirección, de los centros regionales para la educación de los adultos. Cuando el 9 de mayo de 1951 abrió sus puertas el CREFAL, las
cifras a nivel mundial explican por qué Latinoamérica fue la primera región considerada en esta atención a los adultos: en 1951 se estimaba que la población mundial crecía a un ritmo del 1 % al año, pero Latinoamérica tenía entonces un crecimiento del 2 %. Sin embargo, el CREFAL no fue la única institución creada para la
superación de las carencias mundiales en educación. En el acto inaugural del
CREFAL el 9 de mayo de 1951, Jaime Torres Bodet anunció que en la próxima
reunión de la Conferencia General de la UNESCO, que se celebraría el 18 de
junio de ese mismo año de 1951, se sujetaría a aprobación de dicha Asamblea la
creación de otros cinco centros, en África, Asia Meridional, Asia Sudoriental y en
el Extremo y el Medio Oriente. En esa reunión se consideró un programa de doce
años para abatir el analfabetismo en el mundo, con una red de seis centros en las
regiones antes señaladas. Después del CREFAL, se creó un segundo centro en
Egipto, un tercero en Tailandia y al parecer dos más, uno en Ceilán y otro en
Corea. Por eso expresó Jaime Torres Bodet en sus palabras inaugurales del CREFAL:
"Lo que haga el Centro de Pátzcuaro no sólo será benéfico para América Latina.
Será también la piedra de toque del proyecto mundial, en su integridad."
20
1 8
Ibid, p. 89.
1 9
Ibidem.
2 0
Ibid, p. 278.21
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
En la mitad del pasado siglo veinte, la población mundial sumaba 2 378 millones de
personas. De éstas, 1 200 millones no sabían leer y escribir. La urgencia y la
necesidad de atender a este inmenso número de analfabetos eran obvias. De ahí
que se pensara en esta red de centros de educación de adultos que hiciera posible,
a nivel mundial, la reducción de esta impresionante cifra de iletrados en todo el
mundo. En congruencia con el principio de que la alfabetización es sólo el comienzo de una tarea más amplia, se contemplaba también la formación, en el individuo,
de otras aptitudes y otras capacidades. "El programa que hemos fijado para el
Centro Latinoamericano –afirmó Torres Bodet en aquel discurso inaugural del
CREFAL– no entraña, exclusivamente, un plan regional de alfabetización. No queremos exagerar el valor que tiene el simple adiestramiento mecánico de los iletrados
en el aprendizaje de la lectura y la escritura. Este aprendizaje, indispensable sin
duda, no constituye sino una de las tareas que los maestros reunidos en Pátzcuaro
deberán perfeccionar. La educación de base se asigna metas más elevadas, puesto que pretende proporcionar a las comunidades rurales, no sólo un recurso práctico de comunicación con el exterior, merced a los libros y los periódicos, sino un
mínimo de los elementos primordiales imprescindibles para una mejor adaptación
de la vida de esas comunidades a los requerimientos de la época y del ambiente."
21
 Es decir, se trataba, desde un principio y como ya se comentó antes, de una
preparación para la vida, entendiendo que la educación debe siempre tender a ello
y no limitarse a ser una mera instrucción. Y si nos percatamos, este mensaje de
Torres Bodet contiene la apertura para el futuro, pues en su parte final se establece que la adaptación de la vida de esas comunidades latinoamericanas deberá
hacerse de acuerdo con "los requerimientos de la época y del ambiente."
Hoy, medio siglo después de haberse pronunciado aquellas palabras, es evidente
que debemos estar conscientes de las necesidades en el siglo que comienza, lo
que a su vez nos lleva a entender que el sentido y alcance de la educación de
adultos también se ha ampliado y modificado con el tiempo. Desde aquella reunión de hace ya más de medio siglo en Elsinor, Dinamarca, hubo otras en diversas partes del mundo y en su conjunto manifiestan mundialmente la permanente
preocupación por superar las condiciones de inequidad, marginación y falta de
oportunidades de educación. Solamente en la última década pueden mencionarse
los siguientes foros mundiales sobre problemas de educación para todos, más los
que se ocuparon de Derechos Humanos, Medio Ambiente, Desarrollo Social, la
Mujer, los Asentamientos Humanos y la Alimentación: Jomtien  y Nueva York
(1990); Río de Janeiro (1992); Viena (1993); El Cairo (1994); Copenhague y
2 1
Ibid, pp.276-277.22
REVISTA INTERAMERICANA DE EDUCACIÓN DE ADULTOS, NÚM. ESPECIAL, 2002.
Beijing (1995); Estambul y Roma (1996); Brasilia y Hamburgo (1997); Dakar
(2000); Cochabamba (2001); Santiago de Chile (2002), más las conferencias regionales de Johannesburgo (1999); Bangkok, El Cairo y Recife (2000). De las
reuniones sobre educación para todos merecen recordarse definiciones, principios y conceptos que dan clara idea de la dimensión que ha alcanzado lo que
anteriormente se llamó sólo educación de adultos:
· El valor expreso que se otorga al ser humano (hombres y mujeres) y el respeto
a sus derechos para hacer posible el desarrollo sostenible y equitativo.
· La educación entendida como una tarea a lo largo de la vida. Esta idea aplicada
a la educación de adultos implica un replanteamiento de los contenidos de la
educación más la idea de complementariedad y continuidad.
· Tomar en cuenta la edad de los adultos, las diferencias todavía existentes entre
hombres y mujeres, las discapacidades y disparidades económicas.
· Los contenidos de la educación y su variación al tomarse en cuenta la condición económica, social, ambiental y cultural.
· La educación debe tomar en cuenta las necesidades de las personas.
· La necesidad de tomar en cuenta como resultado de la educación, más desarrollo económico y social, más alfabetización, reducción de la pobreza y mejoramiento del medio ambiente.
· La identificación de la educación de adultos como un proceso de aprendizaje
formal y no formal para el desarrollo de sus capacidades y habilidades, y mejora de sus conocimientos.
· Reconocer que la educación de adultos, además de incluir la educación formal,
la no formal y la permanente, comprende también la informal y la ocasional.
· Identificar la educación de jóvenes y adultos como una vía para alcanzar el
desarrollo de su autonomía, el sentido de responsabilidad, así como la capacidad de enfrentar las transformaciones de la economía, la cultura y la sociedad
en su conjunto.
· La educación como camino para promover la capacidad de coexistencia y
tolerancia, y de participación en la comunidad.
· La condición de imperativo que adquieren la educación de adultos y la educación permanente en las nuevas sociedades del conocimiento.
· El establecimiento de las condiciones que hagan posible el ejercicio del derecho
a la educación durante toda la vida.23
EL PENSAMIENTO DE JAIME TORRES BODET
· La alfabetización concebida como una actividad necesaria para la adquisición
de conocimientos y capacidades básicas.
· Una educación para todos, de calidad, inclusiva, que satisfaga las necesidades
primordiales, que se continúe a lo largo de la vida y que en lo tocante a educación básica permita superar la pobreza y las desigualdades.
Como puede verse, muchas de estas ideas ya habían sido expuestas por Jaime
Torres Bodet y otras más son resultado de una nueva visión a partir de las experiencias obtenidas a lo largo del tiempo y de los problemas y características del
nuestro.
Los 2 378 millones de habitantes del planeta en 1951 se han multiplicado y ahora,
en el año 2000, suman, 6 055 millones, dos veces y media la cifra anterior. Y si de
aquellos 2 378 millones, 1 200 eran analfabetos, o sea un 56.4 %, ahora del total
mundial los analfabetos son 876 millones, es decir un 14.6 %. No deja de ser
significativo que a pesar del notable incremento de la población mundial se haya
logrado abatir el número de iletrados. Sin embargo, la tarea no está concluida,
pues aunque en menor número todavía sigue habiendo analfabetos, con un conjunto de situaciones referentes a salud, pobreza y marginación, que exceden con
mucho el problema educativo. Baste sólo decir que el 20 % de la población mundial participa del 88 % del producto interno bruto. Tal desigualdad, más la cifra
citada de analfabetos, muestra una situación alarmante en el planeta. De ahí que
siga siendo necesario mantener el impulso y el esfuerzo para no sólo continuar la
tarea educativa, sino que además ésta deberá incrementarse en los próximos
años.
A Jaime Torres Bodet se le ha reconocido, junto a Justo Sierra y José Vasconcelos,
como uno de los secretarios de educación pública que más hicieron por impulsar,
extender y mejorar la educación mexicana. Aquí sólo nos hemos ocupado de sus
esfuerzos por la alfabetización y la educación de los adultos. Su herencia continúa
dando frutos y nos obliga a mantener, ante su vida y su obra, una actitud de
reconocimiento por todo lo que todavía sigue ofreciendo en frutos y realizaciones,
para las nuevas generaciones del país y de Latinoamérica. Consciente del valor
transformador de la educación, este luchador incansable por las causas esenciales de la humanidad, hizo llegar su palabra y sus acciones a todos los ámbitos, con
la convicción de que sólo mediante la voluntad de servicio, se puede lograr la
superación de las carencias y la pobreza diseminadas a lo largo y ancho de los
continentes. A nosotros, herederos de esta acción siempre renovada y permanentemente orientada hacia la superación de la condición humana, nos corresponde
mantenerla viva para beneficio de las nuevas generaciones.

UNIDAD NACIONAL



LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA DE 1940 A 1970

En el terreno económico, la agricultura, que había permanecido prácticamente
estancada desde finales del porfiriato, cobra un impulso importante. La superficie
cultivada creció de 15 a 24 millones de hectáreas entre 1930 y 1960. Producto de
esta expansión y de las mejoras tecnológicas, México fue autosuficiente en granos
básicos hasta mediados de los sesentas.
En este mismo periodo la industria reporta también un avance significativo. A
partir de 1936, el valor de las manufacturas subió a un ritmo anual del 8%. La industria
de la construcción y la electricidad también incrementó su valor.
Estos factores hicieron posible que la economía mexicana creciera a una tasa
superior al 6% anual, crecimiento por arriba del promedio de los países latinoamericanos, entre ellos Brasil, Argentina y Venezuela.
Pero los beneficios de esta riqueza no se distribuyeron de manera equitativa
entre la población. En los sesentas, según nos recuerda don Daniel Cosío Villegas,
el 10% de la familias más privilegiadas se apropiaba de casi la mitad del ingreso
nacional, mientras que el 40% de las familias más pobres apenas tenía acceso al
14% del mismo.
Este desequilibrio también se presentaba entre las distintas regiones del país.
Había estados de la República que progresaban económicamente (Nuevo León,
Puebla y Jalisco, por ejemplo), mientras otros permanecían estancados (Oaxaca,
Chiapas, Guerrero, por ejemplo). Al interior de estos estados también existían zonas
más depauperadas que otras. El caso más claro del desequilibrio regional era el del
Distrito Federal, que con el territorio más pequeño del país estaba habitado por más del
doble del estado más poblado y el presupuesto de egresos del Departamento del Distrito
Federal era dieciocho veces mayor que el de Nuevo León, el estado más rico.
A continuación señalaremos de manera más detallada algunos de los cambios
registrados en el país. Dividimos este periodo en tres momentos, el primero, de
1940 a 1952, comprende los regímenes de los presidentes Manuel Ávila Camacho
y Miguel Alemán. El segundo, de 1952 a 1964, comprende el ejercicio presidencial
de Adolfo Ruiz Cortinez y Adolfo López Mateos. El tercero y último de 1964 a 1970,
corresponde al periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz.
Unidad Nacional
En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, México se enfrentó a problemas de
condicionamiento externo; en estas circunstancias, el presidente Manuel Ávila Camacho aprovechó esta situación internacional para presentar una política que bus-371
CIENCIAS SOCIALES
caba la Unidad Nacional; pretendió redefinir las bases del sistema político mexicano.
Ávila Camacho recibió un país dividido, tanto por el apoyo como por las reacciones
en contra de las políticas aplicadas por el presidente Cárdenas. Parte de la derecha
simpatizaba con el candidato perdedor de la presidencia, Juan Andreu Almazán y
pensaba que los males provenían de los sectores de extrema izquierda: socialistas
y comunistas.
A causa de la presión externa de los sectores se modeló lo que sería la política
mexicana de los siguientes sexenios: la búsqueda del equilibrio y la armonía. Debido
a ello no hubo enfrentamientos entre los sectores obrero y capitalista como los
ocurridos en gobiernos anteriores.
Gran parte de este sexenio coincide con el desarrollo de la Segunda Guerra
Mundial; durante ella, México logró aumentar el ahorro interno debido a los capitales
europeos que se refugiaron en nuestro país y el aprovechamiento de los mercados
abandonados por los norteamericanos, que se orientaron a la guerra.
Cambios en el sistema político
Entre 1946 y 1947 el partido en el poder: partido de la Revolución Mexicana (PRM)
cambia de nombre y se transforma en el actual Partido Revolucionario Institucional
(PRI).
La vieja generación de militares políticos decayó en este periodo, dando paso a
una nueva: la de los políticos con una visión nueva de la problemática de la nación.
El gobierno de Miguel Alemán se caracterizó por un elevado incremento del
capitalismo en la economía nacional; el ahorro que hubo en el periodo avilacamachista
fue orientado a fortalecer el proceso de industrialización y a la formación de una
infraestructura básica (electrificación, carreteras, etc.).
El proceso de industrialización fue fortalecido con una serie de estímulos a los
empresarios: créditos con bajas tasas de interés, exensión de impuestos y, de manera
significativa, la reducción del salario real de los obreros. Estas políticas hicieron
que, a la mitad de la década de 1940, la fisonomía mexicana se iba transformando
de una nación con carácter puramente agrícola a un país en franco crecimiento industrial.

la educación en México durante el periodo de lázaro Cardenas



Presentación
Pese a su confinamiento en los archivos, las revistas especializadas y los corrillos de la academia, los historiadores no han renunciado a la pretensión de participar en los debates acerca del momento y del futuro de la educación. Atisban el pasado desde el presente y anhelan proporcionar a sus contemporáneos espejos en los cuales mirarse. Sin embargo, las oportunidades que ello suceda son escasas: analistas políticos, sociólogos, funcionarios públicos, maestros e historiadores transitan caminos distintos. En las escasas ocasiones en las que se topan unos con otros, intercambian saludos y prosiguen sus respectivos viajes.

El tema de las reformas educativas es idóneo para favorecer el diálogo entre quienes se ocupan de la educación del presente y aquellos que incursionan por su ayer. Los primeros tienen como preocupación central cómo innovar el sistema educativo. Considerar procesos de transformación acontecidos tiempo atrás podría serles de utilidad para resolver los retos que se les presentan. El conocimiento de la trayectoria histórica de la educación es medio insustituible para idear y poner en práctica propuestas de cambio. Entre otras cosas, obliga a reconocer que la solución de los problemas educativos actuales exige sensibilidad hacia el pasado de las instituciones e ideas y de los sujetos que en ellas intervinieron.

La reforma que conmovió a México en la medianía de los años treinta resulta impar para reflexionar acerca de la naturaleza, los alcances y los límites de las iniciativas de cambio en los sistemas educativos de América Latina. Según sé, ésta fue la primera vez que el término educación socialista fue incluido en la constitución de un país latinoamericano. El que ello se produjera en la etapa conclusiva de la revolución mexicana lo vuelve aún más particular.923 . Las acciones realizadas por el general Lázaro Cárdenas en favor del país y de sus “clases desposeídas” apresuraron el ritmo del tiempo mexicano, alteraron el cambiante pulso de la experiencia de los hombres y removieron expectativas de progreso, justicia, libertad e independencia surgidas desde décadas atrás.924 Dichas alteraciones se produjeron en un contexto internacional signado por el ascenso del fascismo y la germinación de la segunda guerra mundial.

Este artículo presenta un panorama, necesariamente limitado, de lo que fue la educación socialista y lo que significó su aplicación.925 Dada la cuantía y la diversidad de espacios, tiempos y problemas estudiados con respecto al tema,926 decidí centrarme en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, de 1934 a 1940,927 y dentro de él en tres pares de aspectos: a) cuál fue la política educativa del gobierno federal y qué conflictos hubo de enfrentar; b) qué estrategias se instrumentaron para aplicar las disposiciones normativas y cómo alteraron la estructura del sistema educativo de la época; c) cuáles fueron los principales proyectos escolares para el campo y para las ciudades y qué respuestas suscitaron en la población. Hay tantas cosas por decir acerca de estos asuntos y tan poco espacio para hacerlo, que intenté circunscribirme a los hechos más esenciales, sin negar por ello su complejidad ni contentarme con su simple enumeración. En todo caso, quien después de leer estas páginas tenga curiosidad por alguno de los sucesos en ellas descritos puede acudir a las fuentes citadas. De manera deliberada armé este texto como una especie de brújula para orientar al lector en su posible excursión por los documentos centrales de la educación socialista, los estudios referentes a ella y las reflexiones que éstos han permitido desarrollar.

La política educativa del poder central

Poco antes de que concluyera el año de 1934 el Congreso de la Unión aprobó la propuesta del Partido Nacional Revolucionario (PNR) de modificar el artículo tercero constitucional. Ya reformado, el texto establecía que la educación impartida por el estado debía ser socialista, excluir toda doctrina religiosa y combatir el fanatismo mediante la inculcación de un concepto racional y exacto del universo y de la vida social. Asimismo, ampliaba las facultades del gobierno federal tanto para controlar los distintos niveles del sistema educativo como para vigilar el funcionamiento de las escuelas particulares.928
La iniciativa de modificar la orientación que en materia educativa determinó el Congreso Constituyente de 1917 fue parte y consecuencia de una serie de cambios en las correlaciones de fuerzas al interior del partido oficial, el PNR, así como de la presión de los sectores populares por él organizados.929 La presencia dentro de la estructura partidaria de nuevos actores políticos y el fortalecimiento de los líderes radicales favorecieron que en el Plan Sexenal acordado en 1933 se establecieran compromisos con el reparto agrario, la reforma educativa, la soberanía sobre los recursos naturales y los derechos sindicales.930 PNP. Este documento reflejaba en muchos sentidos los principios nacionalistas y populares de las diversas fuerzas revolucionarias, reforzados por las corrientes en favor de la intervención estatal como elemento de equilibrio entre las clases sociales y motor de las transformaciones que se creía necesario impulsar. En el terreno de la educación recuperó prácticas e ideas desarrolladas desde al menos tres lustros atrás: el pensamiento liberal de principios del siglo XX, la enseñanza racionalista, las experiencias radicales experimentadas en algunas entidades de la república, la escuela de la acción propuesta por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en años precedentes y el modelo pedagógico soviético.931 Estos afluentes confluyeron en una sola voluntad: construir, bajo el control directo del gobierno federal, una escuela inspirada en la doctrina de la revolución mexicana.

Durante su gira electoral, Lázaro Cárdenas difundió el Plan Sexenal haciéndolo vivir en términos de tierras, escuelas, cooperativas y créditos agrícolas. La educación socialista fue uno de los emblemas de su propaganda, así como el motivo de movilizaciones callejeras y componendas partidistas. Las centrales sindicales, los ferrocarrileros, las ligas agrarias y algunas fracciones del magisterio se manifestaron en favor de ella. Más tarde, el PNR movilizaría a su maquinaria para tomar las calles y mostrar a los “conservadores” su apoyo a la iniciativa de ley.932 Es factible que estos actos fueran promovidos desde las cúpulas gubernamentales y que muchos de quienes participaron en ellos desconocieran el móvil que defendían. Sin embargo, no podemos excluir la existencia de adeptos a esta causa ni desmerecer su importancia.
Lázaro Cárdenas tuvo que enfrentar el descontento ocasionado por el proyecto de reforma. El intento de introducir innovaciones como la coeducación y la educación sexual habían generado protestas de magnitud considerable que obligaron al titular de la SEP del gabinete anterior, Narciso Bassols, a renunciar a su cargo933. En la ciudad de México y en muchas regiones del país, sobre todo las más afectadas por la Cristiada,934 existían asociaciones de padres de familia, grupos afiliados a la Liga Nacional de Defensa de las Libertades Religiosas, confederaciones de universitarios, núcleos sinarquistas, cristeros todavía en armas, autoridades públicas, órganos patronales, hacendados, rancheros y gremios de artesanos dispuestos a luchar por sus convicciones e intereses. Al otro lado de la trinchera también había una amplia gama de fuerzas combatientes: ligas antirreligiosas, organizaciones femeniles, comités pro educación socialista, uniones de estudiantes, sindicatos de maestros, hermandades de artistas e intelectuales, partidos políticos de izquierda935 y confederaciones tanto obreras como campesinas. La mayor parte de estas fuerzas, ya fueran de uno u otro bando, contaban con experiencia en el manejo de los asuntos públicos. Los años de lucha armada (1910-1920) dejaron como saldo una sociedad activa, dispuesta a batallar dentro del proceso de reestructuración que trajo consigo el derrumbe del antiguo régimen.936 Más tarde, la guerra cristera amplió la convocatoria y la capacidad de organización vastos sectores rurales y urbanos a lo largo del país. Al tiempo que ello sucedía se produjeron movimientos en favor del reparto de tierras, mejoras salariales y democratización de la vida pública. Para 1934, aún con las secuelas del trance económico de 1929, México vivía una situación crítica, bajo un clima enrarecido por las afrentas del pasado y la desesperanza hacia el porvenir. 937
En este contexto, el candidato Lázaro Cárdenas fue sometido a presiones provenientes de diversos frentes. Varios de los conflictos fueron protagonizados por líderes de su partido, el temido y odiado Plutarco Elías Calles en primer lugar.938 En julio de 1934 este dirigente pronunció en la ciudad de Guadalajara, cuna y bastión del movimiento católico, un discurso incendiario en contra de “los elementos clericales y reaccionarios” que se habían apoderado de la escuela. Su arenga reavivó el temor hacia una nueva persecución religiosa y predispuso a la Iglesia en contra de la reforma del artículo tercero. Los miedos se redoblarían ante la presión ejercida por algunos líderes que pidieron la aplicación inmediata de los principios constitucionales y activaron a sus “bases” para llevar “hasta sus últimas consecuencias” las versiones más ortodoxas de la educación socialista.939 Por el contrario, otros gobernantes, entre ellos el presidente aún en funciones, Abelardo Rodríguez, creían que la modificación del texto constitucional era un desacierto que podría acarrear más problemas que beneficios.940 La opinión de este funcionario era similar a las de otros veteranos de la educación pública, quienes consideraban innecesario crear un clima de confrontación que pusiera en riesgo los avances logrados años atrás.941
La aprobación legal del dictamen presentado por la comisión correspondiente fue más que un trámite burocrático llevado al cabo por un poder legislativo dócil. Durante los debates salieron a flote no sólo las fracturas internas del PNR, sino la falta de claridad en torno al por qué y el cómo reformar al sistema educativo y la existencia de diversas concepciones acerca del sentido y los alcances de los cambios. Los diputados se enfrascaron en apasionadas discusiones acerca de la proximidad o la lejanía del socialismo, el significado de este término y sus contradicciones con el régimen económico entonces vigente.942 Hoy en día estos alegatos pueden ser vistos con desdén y provocar sarcasmo, pero en su tiempo eran tomados muy en serio.
Tan pronto fue aprobada la enmienda constitucional el gobierno creó el Instituto de Orientación Socialista, organismo responsable de elaborar los lineamientos para la enseñanza básica. En poco tiempo, de acuerdo con el pulso apresurado del momento, diseñó el Plan de Acción de la Escuela Primaria Socialista, que fue distribuido por todo el territorio nacional. Más que de la educación socialista en el sentido ortodoxo del concepto, este documento hacía referencia a una “escuela socializada que no estuviera al margen de la vida y la sociedad, sino que combatiera sus lacras y actuara en defensa de las clases desposeídas”943. Lejos de marcar un solo camino, daba cabida a diversas propuestas pedagógicas, siempre y cuando privilegiaran a la comunidad, la propiedad colectiva, al trabajo y al conocimiento útil, y se opusieran al individualismo, la religión y la injusticia social.

Además de conciliar diferentes posturas dentro de las esferas oficiales, el nuevo gobierno tenía que mantener el frágil equilibrio logrado en 1929 con la jerarquía eclesiástica, que encabezó la batalla en contra del “ateísmo” estatal. Desde 1932 fueron elaboradas y difundidas pastorales que instruían a los fieles sobre cómo actuar para que “en las escuelas no se enseñara nada contra la fe y contra las buenas costumbres”. Inmediatamente después de la reforma constitucional los padres de familia fueron prevenidos de que al enviar a sus hijos a las “escuelas socialistas” cometían pecado capital. Una pastoral colectiva fechada el 12 de enero de 1936 afirmó que ningún católico podía ser socialista, ni aprender o enseñar el socialismo, o suscribir declaraciones en las que tuviera que admitir el naturalismo pedagógico y la educación sexual. Meses después se exhortó a la grey a combatir el laicismo y la enseñanza socialista y comunista por “contener errores trascendentales e ideas disolventes del orden y de la sociedad”.944

El acoso de la Iglesia y de las asociaciones vinculadas a ella obligó al gobierno a moderar el tono antireligioso de la reforma educativa. Ello le resultaba vital debido a los rescoldos de la rebelión cristera, que tuvo entre sus enemigos más odiados a los maestros rurales y a los dirigentes de los comités agrarios. La censura de la jerarquía eclesiástica hacia los cristeros alzados, “hombres miserables sin medios ni ayudas”, era esencial para combatir la ola bélica y evitar que ésta se expandiera.945 De aquí que Lázaro Cárdenas, más respetuoso que sus antecesores de la religiosidad del pueblo mexicano, intentara ser cuidadoso para con la oposición católica y no secundara el matiz iconoclasta que algunos de sus aliados quisieron darle a la reforma. En 1935 restringió la campaña anticlerical y canalizó los esfuerzos hacia la realización de su proyecto social, en particular lo referente al reparto agrario y la colectivización de las tierras expropiadas. Este programa sería parcialmente cancelado a partir de 1938, año de la nacionalización del petróleo, cuando las amenazas del exterior, las correlaciones políticas internas, la oposición a algunas de sus medidas y la disputa por la sucesión presidencial obligaron al régimen cardenista a matizar sus propuestas originales.946 Ese fue el año de la reconciliación nacional, cuando el presidente suspendió la aplicación de las leyes anticlericales y logró la paz que las armas no habían podido lograr.
La primera oleada en contra de la reforma coincidió con el desarrollo del conflicto entre Lázaro Cárdenas y Plutarco Elías Calles, “Jefe Máximo” de la revolución, fundador del PNR y uno de los causantes principales del descrédito de la ciudadanía hacia el poder público. En 1935, tras la serie de movimientos que culminaron con la expulsión de Plutarco Elías Calles del país y el nombramiento de un nuevo gabinete, Lázaro Cárdenas sustituyó a su primer secretario de educación, Luis García
Téllez.947 No fue éste el efecto más importante de la querella en los círculos del poder. Los requerimientos de combatir a los aliados del callismo y de acrecentar las fuerzas leales al bloque cardenista definieron en gran medida las orientaciones de la política educativa del ejecutivo federal. Ello ayuda a explicar por qué éste favoreció a fuerzas locales contrarias a la educación socialista, solapó a autoridades que no aplicaron los lineamientos educativos estatales y ejerció la ley “a discreción”, de acuerdo con sus necesidades más inmediatas y sus intereses a largo plazo. Lázaro Cárdenas actuó de manera desigual y no siempre de acuerdo con sus convicciones, lo cual no desmerece su ideario ni le resta méritos a sus acciones. En todo caso, es indicativo de la debilidad del Estado posrevolucionario y de sus dificultades para imponer su voluntad.948
Desde finales de 1937 el Presidente y sus aliados orientaron sus esfuerzos hacia la reestructuración del PNR, cuyo nombre, directiva y estructura interna fueron modificados un año después.949 A partir de entonces, el discurso y las actividades gubernamentales en materia educativa se concentraron en la meta de incrementar el poder del gobierno federal y el de las filiales partidarias sobre los poderes locales, base de los pactos que permitieron el nacimiento y el desarrollo de la SEP. El peso depositado en la faceta doctrinaria de la escuela socialista decayó; a cambio de ello, se reforzó la tendencia a crear un sistema educativo unificado bajo el dominio directo de la SEP. En 1939 fue aprobada una nueva reglamentación que afinó las medidas de control e hizo posible lo que, no sin razón, los opositores a estas normas llamaron “monopolio educativo estatal”.

Gestión educativa y control estatal

A lo largo de su periodo presidencial, en algunos momentos y zonas con mayor intensidad que en otros, Lázaro Cárdenas le confirió a la educación un papel decisivo en el cumplimiento de la política gubernamental. Congruente con ello, intervino más que ningún otro presidente de la república en los asuntos educativos, amplió los recursos financieros y los apoyos destinados a la educación y asignó a los maestros y a las escuelas importantes funciones en la transformación de la sociedad mexicana. Ellos debían ser agentes del cambio y guías de las organizaciones populares en la lucha en contra de las fuerzas conservadoras y en favor de una sociedad más justa, democrática y autónoma.
Para cumplir con lo anterior, el gobierno introdujo algunos cambios y fortaleció tendencias que alteraron la estructura del sistema educativo de la época. Las alteraciones comenzaron en la propia SEP, que por primera vez desde su creación, en 1921, fue conducida por hombres provenientes de la provincia y ajenos a los círculos intelectuales de la ciudad de México. El manejo de las prioridades y los métodos educativos pasó de los intelectuales que habían resguardado las instituciones culturales y la educación superior desde el ocaso del porfiriato, hacia maestros y funcionarios “plebeyos” con vasta experiencia dentro del sistema escolar. Sus conocimientos pedagógicos, sus afinidades con el magisterio y su liderazgo serían piezas clave en los avatares de la reforma educativa.950

Los nuevos mandos de la burocracia promovieron la expansión cuantitativa del sistema federal de educación y el aumento de la vigilancia de la SEP sobre las escuelas públicas y privadas. Como resultado de ello se avanzó en la centralización del sistema educativo y se produjo una redistribución del costo del servicio educacional entre la federación, los estados y los municipios. El primer asunto, que en años previos había sido objeto de agrias discusiones, ocupó un lugar secundario en los debates que condujeron a la modificación del artículo tercero. Fueron pocos los legisladores que advirtieron los peligros de suprimir, en aras de lograr la “integración de una nacionalidad plena de vida”, la referencia explícita a que la jurisdicción del ejecutivo federal no podía ir en contra de la facultad de los estados para legislar sobre el ramo educativo. Su “descuido” sentó las bases legales para la centralizar técnica y administrativamente al sistema escolar mexicano. En 1937 el secretario de educación, Gonzalo Vázquez Vela, declaró su confianza en que “en un futuro no lejano, y sin menoscabo de la indispensable atención que debe darse a las modalidades regionales, la unificación sea completa y pueda hablarse de un sistema nacional único”951. Para entonces se habían dado pasos firmes hacia la integración de los sindicatos de maestros. El poderoso Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana (STERM), creado en febrero de 1938, sería un pilar en la construcción del entramado burocrático que en adelante se haría cargo del funcionamiento de la educación pública.952

Durante los primeros años del gobierno cardenista la expansión de la SEP se produjo de forma diferenciada y con base en frágiles negociaciones entre las autoridades federales y las de los estados. En general, las primeras tomaron el control de las escuelas rurales y técnicas ya existentes y promovieron la creación de nuevos planteles en el medio rural. Por su parte, los colegios urbanos quedaron bajo la potestad de los gobiernos estatales, algunos de los cuales pusieron poca resistencia a los afanes centralizadores. Los traslados administrativos los liberaban de una carga financiera que no podían sostener, así como de una fuente constante de conflictos políticos. Ello explica por qué incluso entidades con una fuerte tradición de autonomía, por largos años reticentes a los dictados federales en materia educativa, aceptaron la intervención de la SEP. Tal fue el caso de Oaxaca, donde para 1934 aún privaban las leyes educativas previas a la revolución de 1910. El rechazo de las fuerzas políticas locales hacia el Estado posrevolucionario había dificultado la puesta en práctica de los programas educativos federales. En los albores de la década de los treinta los municipios aún tenían el control administrativo y la carga financiera de la mayoría de las escuelas. Ello era motivo de contrariedades entre los maestros y las autoridades municipales. Cansados de soportar la “tiranía municipal”, los profesores lucharon en favor de federalizar la enseñanza. Sus batallas coincidieron con el establecimiento de nuevos lazos entre los grupos políticos oaxaqueños y el gobierno federal. El acuerdo legal de 1936 entre la federación y el gobierno estatal fue producto y parte de estas relaciones. A partir de entonces, la SEP se hizo cargo tanto de los costos financieros como de la operación administrativa de buena parte del sistema educativo oaxaqueño. Ello facilitó la promoción del programa cardenista, que fue objeto de ataques por parte de los viejos cacicazgos forjados en las luchas decimonónicas del liberalismo militante y en la defensa de la independencia del estado frente a las imposiciones del centro.
Los avances de la SEP ampliaron en cantidad y magnitud los conflictos entre los poderes federales y los municipales por el control de las escuelas. A diferencia de los problemas que pudieran surgir en las transacciones entre la SEP y los gobiernos estatales, en los suscitados dentro de los municipios se movilizaban actores directos de la trama escolar. Los estudios regionales describen quejas de maestros e inspectores sobre el comportamiento de autoridades municipales, a las que se les hacían acusaciones de diverso orden: actuar en contubernio con los curas, ocultar información, regatear la contribución económica que les correspondía, proteger los intereses de los hacendados, solapar las actividades de gavillas armadas, incitar a la población en contra de la educación socialista y el reparto agrario, hostigar a los maestros y los misioneros culturales. Los reclamos eran mutuos: presidentes, síndicos y ayuntamientos enviaban a la SEP reclamaciones constantes por cuestiones financieras o relativas a la gestión escolar, así como por la intromisión de los maestros en asuntos fuera de su competencia y su falta de sensibilidad para con las problemáticas y las creencias de los habitantes.953El desarrollo del sistema educativo federal implicó el fortalecimiento de la SEP, que aumentó el número de maestros, inspectores y directores federales. Ya desde años atrás estos “cuadros” habían sido pieza clave para la promoción de las innovaciones educativas. Su relativa independencia con respecto a las autoridades locales, su formación profesional e ideológica, sus vínculos con agencias federales y sus alianzas con organizaciones dependientes del partido oficial les permitían realizar actividades fuera del alcance de los profesores y de los directivos estatales, más atados que los primeros a las redes tradicionales de poder. Son muchos los casos descritos por los historiadores de agentes federales que realizaron intensa tarea de convencimiento, organización partidaria y lucha social. La SEP acostumbraba trasladarlos de un lugar a otro con instrucciones precisas de actuar de tal o cual manera. En algunas circunstancias, ellos eran los encargados de mediar conflictos o generar situaciones favorables para el logro de ciertos propósitos: combatir la oposición, regular labores de reparto agrario, crear filiales del PNR, organizar actos cívicos, participar en las elecciones y promover campañas nacionales de vacunación, de antialcoholismo, de fomento al deporte y de apoyo a los actos del gobierno.954 
Las campañas organizadas por la SEP en coordinación con otras dependencias sirvieron para ampliar los horizontes de las comunidades y hacerlas partícipes de asuntos que unían al conjunto de los mexicanos.955 Maestros, niños, padres de familia y escuelas de toda la república acudieron al llamado hecho por el mandatario para apoyar la valiente decisión de nacionalizar las compañías petroleras, reunir fondos con el fin de pagar las deudas y defender la soberanía frente a las amenazas bélicas de los Estados Unidos y el boicot comercial acordado contra México.956 Durante la primavera de 1938 los planteles fueron convertidos en centros de acopio, propaganda y apoyo a la expropiación petrolera. 957
El afán centralizador del gobierno federal no sólo afectó la autonomía de los estados y la participación de la ciudadanía en los asuntos educativos; también alteró las tasas de crecimiento, la composición y la conducta de la educación privada. Aunque minoritarias en relación con las escuelas públicas (cerca del 10% del total) las privadas tenían grande influencia en la formación de ciertas capas sociales, en especial de los sectores medios urbanos, así como en la difusión y el mantenimiento de la cultura religiosa. Pese a los sucesivos embates gubernamentales, a lo largo de los años inmediatamente posteriores al triunfo de la revolución este tipo de planteles no sólo había logrado sobrevivir, sino desarrollar principios, valores, métodos y formas de funcionamiento autónomos. A nivel nacional, se crearon mecanismos no sancionados por instancias legales que permitían su existencia. En los escenarios locales había espacios abiertos para la negociación cotidiana entre las autoridades públicas y las eclesiásticas.

En 1935 el gobierno promulgó un decreto que definía la relación entre el gobierno y las escuelas privadas y señalaba los requisitos formales para el funcionamiento de éstas. En él se reiteraba que la educación era una función exclusiva del Estado, que delegaría funciones en los particulares sólo cuando éstos “garantizaran plenamente la enseñanza socialista, la exclusión de toda prédica religiosa, la acción desfanatizadora y la preparación de la juventud libre de los prejuicios del actual régimen de especulación individualista”. Entre otras cosas, la nueva reglamentación indicaba que sólo serían aceptados maestros que a juicio de la SEP pudieran desempeñar las funciones pedagógicas e ideológicas que se les habían asignado.

Lejos de acabar con “los focos de infección”, las medidas de inspección, control y cierre de los colegios privados y las encaminadas a asegurar la “lealtad” de los docentes hacia la doctrina oficial propiciaron el desarrollo de estrategias que reforzaron la autonomía de la instrucción privada frente al Estado y ampliaron su popularidad ante los creyentes. Numerosas instituciones funcionaron al margen de la ley, a menudo solapadas por los responsables de aplicarla. Las más recurrieron a métodos como cambiar sus nombres, ocultar o desmantelar capillas y oratorios, simular la aplicación de los programas y el uso los libros de texto oficiales o evadir la inspección; otras optaron por trabajar en la clandestinidad.958

Para el gobierno, la aplicación de las normas referidas a las escuelas privadas representaba un alto costo político y financiero. Además de generar conflictos con los padres de familia y el clero, mermaban recursos que podían ser destinados a otros rubros. Debido a ello, al comenzar el año de 1938 Lázaro Cárdenas declaró una tregua e invitó a los particulares a cooperar para satisfacer las necesidades de la población en materia educativa. Para entonces, el gobierno había variado el rumbo de su política y avanzaba hacia la conciliación plena con la Iglesia y el establecimiento de pactos con los sectores empresariales. En el terreno educativo se puso mayor énfasis en las necesidades de la integración nacional y en las cuestiones pedagógicas que en las de orden político. En coordinación con la SEP, el STERM y el Congreso de la Unión, el Presidente se concentró en lograr una tarea pendiente desde el cenit del siglo XIX: crear un sistema educativo unificado.

Dada la heterogeneidad de las medidas practicadas por el gobierno federal y la desigualdad de sus resultados en las diferentes regiones del país, resulta difícil, y en muchos sentidos arriesgado, aquilatar los saldos de la reforma de 1934 y emitir valoraciones tajantes sobre ellos. Lo sucedido en aquellos años contribuyó a homogeneizar la enseñanza, consolidar la presencia del ejecutivo federal dentro de los sistemas estatales, concentrar en la SEP la toma de decisiones y el gasto financiero de los servicios educativos, e introducir nuevos actores políticos y civiles en los órganos de dirección. A largo plazo, este proceso centralizador tendría efectos devastadores en cuanto a la autonomía de los estados, la independencia del gremio magisterial y la participación ciudadana en los asuntos educativos. Sin embargo, en su momento fue producto del esfuerzo compartido de una amplia gama de fuerzas políticas y sociales. El proyecto cardenista avanzó sólo donde había condiciones para ello y en la medida que contó con respaldo popular. En muchas zonas del país favoreció el resquebrajamiento de redes de poder sustentadas en cacicazgos y el ejercicio de la violencia. El que al paso del tiempo los nuevos actores perdieran consenso y fueran supeditados a la lógica gubernamental no le resta valor a los cambios ni denigra a quienes los hicieron posibles. Tampoco le da la “razón histórica” a los sectores que en su momento los combatieron. En todo caso, sugiere la derrota, compartida por unos y otros, de una sociedad que puso tanto lo mejor como lo peor de sí en la lucha por la escuela.


Escuelas, ejidos y maestros

Durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas se sostuvo la tendencia, generada desde más de una década atrás, de dar prioridad a las distintas modalidades de la educación rural, que fue parte medular de la política educativa posrevolucionaria. Su relevancia fue reconocida en el Plan Sexenal de 1933, que tenía entre sus metas principales elevar a más del doble el número de escuelas rurales, unificar los contenidos escolares y elevar su calidad. Estas metas eran compartidas por el entonces aspirante a ocupar la silla presidencial, quien a lo largo de su gestión como gobernador de Michoacán, su estado natal, dio muestras de fe en los efectos redentores de la educación sobre las masas campesinas e indígenas, que constituían el porcentaje mayoritario de la población mexicana y eran las principales víctimas de los “males” que se querían combatir: la pobreza, la insalubridad, la incomunicación, el latifundismo, el analfabetismo y la religión. Ya como presidente, Lázaro Cárdenas declaró en repetidas ocasiones que el maestro rural era el personaje más importante del México del momento y que la escuela tenía un valor excepcional para el logro de las demandas más sentidas del pueblo.
Las instituciones, los planes de estudio y los libros de texto elaborados en el curso del periodo cardenista se nutrieron de los antecedentes más inmediatos de la educación rural mexicana,959pero también propusieron nuevos componentes. El énfasis en los contenidos técnicos y antireligiosos de la enseñanza disminuyó. A cambio de ello, se buscó que niños y adultos se organizaran para mejorar la vida de las comunidades, hacer efectivos los derechos de obreros y campesinos, defenderse de los abusos de las autoridades y proteger los recursos e intereses nacionales.960 Dicha prioridad fue parte esencial de un proyecto de grandes magnitudes y ambicioso en cuanto su fin supremo: transformar los saberes y las prácticas de las masas campesinas. Para lograr esto, el gobierno entretejió los avatares de la escuela rural con la distribución de tierras y el fomento de los ejidos. Los éxitos y fracasos de la educación socialista fueron parte y consecuencia del reparto agrario y la voluntad estatal para hacer del ejido una institución permanente, célula primigenia de la vida social y cabeza de playa del poder central en las comunidades961
Lázaro Cárdenas “quiso sobre todo ser el gobernante del campo, en el campo y para el campo”962. El reparto de tierras fue su obra predilecta desde la última estación de 1936 hasta el otoño de 1937. En los años siguientes sería el punto de confluencia de las principales dependencias gubernamentales. A nivel cultural, esta obsesión propició lo que Luis González denomina “arte agrarista”, que produjo poesías para recitar en coro, largos poemas que daban razón de los sufrimientos de la gente del campo, canciones alusivas al agrarismo, corridos como el del agrarista y lamentos de la clase desposeída”. Lanovela campesina se volvió best-seller; la naciente industria cinematográfica prodigó rancheros cantores, trajes típicos, peleas de gallos y por tierras, trenzas femeniles, jícaras y moles.963 El mausoleo revolucionario privilegió la imagen campesina de Emiliano Zapata sobre las de los caudillos rancheros al estilo Francisco Villa y las de los políticos citadinos como Francisco I Madero.
El sistema de educación rural tuvo dos componentes básicos: las escuelas rurales federales, que impartían instrucción elemental a niños y adultos, y las Regionales Campesinas, encargadas de formar y capacitar maestros y técnicos agrícolas. Estas últimas habían nacido en 1932 con el doble propósito de transformar las técnicas de producción y la mentalidad de los campesinos. Con vistas a lograrlo, se les asignaron proyectos de investigación y de acción social que supuestamente debían apoyar el trabajo de las escuelas primarias aledañas y de los maestros que trabajaban en ellas. Asimismo, se les otorgaron facilidades para que laboraran en combinación con el Banco Ejidal de Crédito Agrícola.

De acuerdo con los reglamentos de la SEP, los alumnos de las Regionales debían tener cursados al menos tres años de primaria y ser hijos de ejidatarios, pequeños agricultores, artesanos o pequeños industriales de los poblados más menesterosos de las zonas donde estaban las instituciones. Durante sus estudios, los inscritos gozaban de una beca y vivían en los internados mixtos. Además de cursar las materias de la especialidad por ellos elegida, estaban obligados a participar en las actividades cotidianas del plantel, incluido su gobierno. Se esperaba que los egresados se convirtieran en líderes laicos que sustituyeran al cura en la comunidad e hicieran obra práctica de mejoramiento “a través de una escuela con vida que se proyecte al campo y al hogar”.
Si bien no todos los estudiantes cumplían los requisitos establecidos, las Escuelas Regionales funcionaron de canal para que algunos sectores de la población rural se incorporaran al mundo escolar y, a partir de ahí, a la burocracia gubernamental. Contribuyeron a formar nuevos dirigentes que a largo plazo transformarían la composición social y de género de las elites políticas locales. El que la mayoría de los alumnos fueran recomendados por presidentes municipales, por comités ejidales o educativos y por organizaciones sindicales, contribuyó a ello. Igualmente importante fue el hecho que el gobierno se comprometiera a contratar a quienes pasaran por sus aulas.964

La actividad de estos centros fue minúscula frente a la magna tarea realizada por las escuelas primarias rurales en aquellos años terribles. Y si recurro a esta palabra no es para usar un adjetivo más, sino con el fin de advertir al lector sobre una de las facetas que tuvo en México la lucha por secularizar la vida en el campo, incorporar a los campesinos a la dinámica nacional y hacer de la escuela una agencia portadora de los ideales revolucionarios. Durante el periodo cardenista más de doscientos maestros rurales fueron asesinados; muchos otros fueron heridos por gavillas armadas, poblaciones enardecidas, guardias blancas solapadas por caciques y hacendados o autoridades del gobierno opuestas a los dictados de la federación.965 La mutilación de los cuerpos, en particular el corte de orejas, y la saña con la que se actuó sobre las mujeres dan cuenta del horror vivido en diversas regiones del país como Guanajuato966, Puebla967, Jalisco968 , Colima y Veracruz, y de los altos costos, en términos humanos, que representó la cruzada por el rescate del “alma nacional”. Las víctimas no fueron sólo de un lado: aunque menos reconocida, los opositores al régimen también dieron su cuota de mártires.
La ejecución de maestros fue la más repulsiva de las muchas expresiones de rechazo e inconformidad hacia la reforma de 1934. La quema de aulas, la inasistencia a clases, el hostigamiento cotidiano a los maestros, la indiferencia o el abandono fueron prácticas comunes en algunas zonas como la de Los Altos de Jalisco, el sur del Estado de México y el de Sinaloa, las regiones serranas de Puebla y algunos municipios de Aguascalientes969, Querétaro970 y Durango. Redes civiles y paramilitares, algunas de ellas fuera del control de los poderes institucionalizados, se enfrentaron al proyecto educativo y agrario del gobierno. Durante los albores del cardenismo la lucha cobró cauces violentos y llegó a paralizar casi por completo la actividad escolar. El Estado respondió a los ataques mediante el cierre de escuelas y de iglesias, la “purga” de maestros considerados “reaccionarios”, la expulsión de sacerdotes y de monjas, las campañas militares y la entrega de armas a los campesinos leales al gobierno.
Sería deshonesto mostrar sólo la faz violenta, y por tanto de mayor dramatismo, de lo acontecido en el campo mexicano de aquella época. Así como hubo brotes de disconformidad, también los hubo de aceptación y de entusiasmo. Habitantes de no pocas poblaciones del país compartieron los principios de la educación socialista y actuaron como sus defensores más acérrimos. Calificarlos de “grupos de acarreados” o de “vendidos que canjearon sus ideales por tierras y créditos” es tan injusto como desacreditar a sus enemigos.
Ejemplos como el norte de Sinaloa, algunas localidades agrícolas y urbanas de Sonora, el corredor industrial de Tlaxcala y la comarca lagunera son indicativos de la existencia de consensos activos hacia la educación socialista.971 En estas regiones la Iglesia tenía escaso influjo sobre la población, ya fuera debido a que su presencia había sido desplazada a lo largo del siglo XIX o a que nunca formó parte sustancial de la vida social. Desde mediados del porfiriato La Laguna se caracterizó por el desarrollo de patrones culturales “modernos”. La tradición militar de sus primeros colonos, la experiencia de haber participado en la Revolución de 1910 y las sucesivas luchas por la posesión de las tierras habían desempeñado un papel central. La secularización de su sistema educativo venía produciéndose desde décadas atrás, primero bajo la influencia del pensamiento liberal decimonónico y después por la difusión de las corrientes pedagógicas de la etapa posrevolucionaria. Algunos de los postulados centrales del ideario educativo del cardenismo habían sido aplicados incluso antes de que Lázaro Cárdenas ocupara la presidencia. Debido a ello, al momento en el que se produjo el reparto de tierras y la consecuente reorganización de las comunidades, las escuelas de la zona tuvieron el respaldo suficiente para convertirse en espacios reguladores del proceso de colectivización.972
Los ejemplos descritos fueron casos excepcionales dentro de un panorama en el que las opciones intermedias, sin rechazo absoluto ni aceptación completa, eran las que predominaban. Ello obliga a cuestionar los modelos que destacan la resistencia de las comunidades hacia las “imposiciones” culturales de la escuela, así como a desarrollar perspectivas que den cuenta de los múltiples procesos de negociación cotidiana entre el Estado, los maestros y la población. A lo largo del periodo cardenista la escuela rural mexicana y sus principales artífices, los maestros y los pobladores de las comunidades en las que éstos trabajaban, dieron copiosas muestras de tolerancia y capacidad de diálogo.973 La mayoría de los profesores, en particular aquellos que tenían mayor arraigo en los espacios de su acción, supieron escuchar las voces de la gente, conciliar los intereses en conflicto, promover las demandas de la población y respetar sus costumbres. Por su parte, las comunidades se apropiaron de los contenidos escolares de acuerdo con sus valores e intereses, lo cual implicaba una restructuración del programa oficial.
Sin una mención, por más superficial que sea, a la educación indígena, el panorama educativo de la época cardenista resultaría incompleto. Según algunos autores, Lázaro Cárdenas fue el primer presidente en ciento quince años de vida independiente en reconocer la especificidad cultural de los indios y la necesidad de impulsar programas educativos acordes con ella.974 En 1937, frente a la tumba 104 de la zona arqueológica de Monte Albán, en Oaxaca, “reforzó, con respecto al indio, su ambición de salvarlo con la sustitución de las balsas de pulque y las ollas de mezcal por los cántaros de agua y la sustitución del templo por la escuela”.975 Asido a esa esperanza dio instrucciones al secretario de educación de que velara por la instrucción de las etnias. De inmediato, el jefe del Departamento de Educación Indígena ordenó que se realizara una investigación precisa de las condiciones del hombre que debían redimir976. Con base en los resultados preliminares de este diagnóstico fue elaborado un programa educativo que tuvo dos prioridades: la puesta en marcha de las Escuelas de Trabajo (29 en total) y el fomento y la modificación de los Internados Indígenas. Su principal promotor, Carlos Basauri, reconoció la particularidad de estos planteles al señalar que no eran escuelas primarias ni prevocacionales, ni antecedentes para que los alumnos pasaran a otras instituciones educativas que los desvincularan de su medio. Respecto a los internados, indicó que su propósito era capacitar a los alumnos para que “lucharan con mayor provecho” cuando regresaran a sus comunidades de origen.977

Lo hecho en aquellos años se deslindó de la antigua fórmula que intentaba “desindianizar”, es decir “desarraigar los dialectos regionales, las tradiciones, las costumbres, y hasta los sentimientos profundos del hombre apegado a su tierra”978. La ruptura no llevó a idealizar el mundo prehispánico ni a convertir la miseria en folclor. Por el contrario, produjo ideas precursoras acerca de las virtudes y los defectos de los indios y de las métodos para garantizar su inclusión a la cultura nacional sin que ello significara la pérdida de su identidad.979

Desafortunadamente no se han realizado estudios que detallen los avatares de las instituciones de educación indígena creadas en aquella época. Sí existen, en cambio, acerca de zonas en las que había poblaciones indias sujetas al sistema de educación pública federal. En su conjunto, estos trabajos reportan la existencia de una gran heterogeneidad en las respuestas hacia el programa escolar. Más que a razones étnicas, las diferencias se debieron a cuestiones relativas a la trayectoria histórica, las dinámicas políticas locales, la organización económica y los vínculos culturales de cada una de las poblaciones. La renuencia fue mayor en las comunidades que practicaban economías de subsistencia y habían estado al margen del conflicto revolucionario y de los programas estatales posteriores a él. Para ellas, el contacto con la escuela significaba el primer y tal vez el único vínculo con agencias gubernamentales y con prácticas culturales ajenas. Pero su rechazo hacia estas últimas no puede atribuirse sólo a la defensa de sus formas de vida frente a las amenazas del exterior. La oposición más radical al establecimiento de planteles provino tanto de los grandes terratenientes “ladinos” como de los caciques indios. Los primeros estaban renuentes a sostener los costos de escuelas en las que se les enseñara a sus peones técnicas “para acabar con la tiranía de los patrones”; los segundos no estaban dispuestos a compartir “con los del gobierno” cuotas de poder y espacios de control. La obstrucción de las labores educativas no provino sólo de los propietarios y del clero, sino de las mismas elites locales. Esto último es inadvertido por quienes defienden a toda costa la idea de una especie de Arcadia indígena enfrentada a los intereses capitalistas del Estado.980

La educación en las ciudades


Los ejidatarios modernos constituían el ideal cardenista para el campo. Para las zonas urbanas, aún minoritarias pero en proceso de expansión y cambio, se forjó un prototipo distinto: el trabajador industrial, capacitado técnicamente, solidario para con sus semejantes, combativo en la defensa de su clase, abstemio, sano y robusto. En aras de este modelo, el gobierno prohibió la venta de licores en las cercanías de los centros de trabajo, ordenó que se instituyeran vistosos desfiles obreros, fundó la Escuela Normal de Educación Física, creó campos deportivos, patrocinó la venta de pescado barato, estableció comedores en algunas fábricas e hizo campañas en favor del consumo de carne y azúcar981. Al mismo tiempo, dio prioridad a la enseñanza técnica, componente central del modelo de industrialización que el “presidente ranchero” imaginó para México. En su opinión, la mejoría económica y moral del país sin mano de obra capacitada y laboriosa, técnicos intermedios capaces y comprometidos, profesionales de alto nivel en todo diferentes a los universitarios liberales y empresarios dispuestos a apostar por el país.982

La campaña en favor de la instrucción proletaria tuvo como campo principal de acción a la ciudad de México, en la que habitaba cerca del 30% de la población urbana del país. Su sostén administrativo e ideológico fue el Departamento de Educación Obrera, que vivió a contrapelo sólo tres años, sin cumplir los propósitos que justificaron su nacimiento: controlar las escuelas primarias y secundarias nocturnas para trabajadores (106 en total), desarrollar programas culturales dirigidos a los obreros y sustituir los “valores y aspiraciones de la “pequeña burguesía” mediante una verdadera escuela de la clase trabajadora. Los cursos estaban divididos en tres grupos: asignaturas académicas, instrucción política sobre la lucha de clases y educación física. La Universidad Obrera, cuyo principal artífice fue el líder sindical Vicente Lombardo Toledano, formó parte de este proyecto.983 En sus inicios, esta institución agrupó a intelectuales y artistas que se esforzaron por instruir a la “futura vanguardia de la revolución socialista” sobre los principios del materialismo histórico, los males inherentes al capitalismo y el devenir de una nueva era. Al paso del tiempo se convertiría en un esqueleto gobernado de manera vitalicia por su fundador.
A partir de 1937 el gobierno redujo la fraseología radical que hablaba de la capacitación como instrumento para facilitar el advenimiento del socialismo y redobló sus cuidados hacia la educación técnica, que además de sostener el crecimiento económico y el desarrollo de la industria nacional debía atender la demanda, cada vez mayor, de los sectores urbanos medios y bajos para recibir educación. La mayoría de las instituciones educativas de nivel secundario, medio superior y superior de las ciudades formaban parte de las universidades públicas, que en opinión de los cardenistas constituían una rémora inservible de la dictadura porfiriana. Ya desde años atrás existía la convicción de que el sistema universitario era incapaz de satisfacer las necesidades del país en cuanto a formación de recursos humanos, democratización de la cultura, investigación científica y capacitación de mandos técnicos. Su papel había sido titular profesionales liberales para un mercado de empleo ubicado en los centros urbanos y definido por los intereses de las minorías ilustradas. Quienes transitaban por sus aulas carecían de una conciencia de clase y de conocimientos específicos que les permitieran el ejercicio pleno de su profesión.984

La iniciativa estatal de transformar la desventajosa situación de la enseñanza técnica contó con el apoyo de destacados funcionarios e intelectuales, quienes idearon un proyecto que llegaría a modificar los rasgos del sistema educativo mexicano y sus relaciones con el poder. Su columna vertebral fue el Instituto Politécnico Nacional (IPN), concebido como el tronco de un organismo con ramificaciones múltiples: las prevocacionales, equivalentes a las escuelas secundarias pero con materias técnicas que ofrecían a los alumnos una preparación básica para el trabajo; las vocacionales, responsables de formar técnicos, y la superior, dirigida a preparar profesionales en áreas consideradas prioritarias para la economía nacional. En sus orígenes, el IPN reunió a instituciones creadas bajo los auspicios del Estado revolucionario con otras de matriz porfiriana. La intención de sus creadores era reclutar a estudiantes provenientes de los sectores más bajos de la provincia y de la capital del país, para lo cual fueron creados un sistema de becas y un internado y se establecieron reglas destinadas a asegurar que los beneficiados fueran “legítimos” representantes de las “mayorías no ilustradas”.
La apertura del IPN, en 1937, significó una ruptura con el modelo universitario impulsado desde la medianía del siglo XIX, así como un ataque frontal a la Universidad Nacional de México (UNAM). A diferencia de ésta, que nació dotada de una relativa independencia legal respecto al Estado y a lo largo de su vida conquistó la autonomía plena, el IPN fue concebido e instrumentado como un órgano perteneciente al cuerpo estatal. No se le concedió margen alguno para actuar de manera independiente del gobierno central, ni se le fijaron mecanismos internos para la elección de sus autoridades y para la participación de estudiantes y maestros en la toma de decisiones. A largo plazo, estas ausencias propiciarían prácticas autoritarias y corporativas aún vigentes.985

La inauguración del IPN no resolvía el problema educativo más inmediato y políticamente más explosivo en las ciudades del país: qué hacer con las escuelas secundarias urbanas creadas en 1925 con el fin político de quitarle a las universidades el control de la enseñanza media, el pedagógico de proporcionar una educación menos académica y más apropiada para aquellos colegiales que no pudieran o no quisieran ingresar a la universidad y el disciplinario de mitigar el “comportamiento escandaloso” de los adolescentes al interior de las preparatorias. En años anteriores al periodo cardenista, las secundarias crecieron debido a la presión de los sectores medios, burócratas, comerciantes, profesionales liberales y rancheros, que veían en ellas un trampolín seguro hacia una mejor calidad de vida. Las luchas por su aumento, orientación y costo habían estremecido a la SEP en los difíciles años de 1932 y 1933. Involucraron tanto a sectores sociales con amplia capacidad de convocatoria y movilización como a asociaciones “conservadoras” poco dispuestas a dejar en manos del gobierno un espacio que sentían, y de hecho lo era, sólo suyo.

En marzo de 1935 la SEP anunció su decisión de administrar toda la secundaria pública y privada con los propósitos de asegurar que ésta fuera accesible y útil a una mayor parte de la población y se sometiera a los principios constitucionales aprobados un año atrás. De inmediato se suscitaron protestas de padres de familia y medidas de fuerza por parte de las universidades públicas. En claro desacato a las advertencias que Lázaro Cárdenas le hiciera, la UNAM trató de competir con la SEP mediante la creación de una serie de escuelas secundarias, encubiertas bajo el nombre de “extensiones universitarias”. Maestros y funcionarios acusaron a esta institución de ser “una fortaleza reaccionaria” y solicitaron al gobierno que le pusiera un alto definitivo. La SEP no se opuso abiertamente al derecho de las universidades a instituir su sistema de educación secundaria; a su vez, éstas moderaron su ofensiva. Antes de que concluyera el año, la pugna se había desvanecido.

Durante el periodo 1935-1940 el número de escuelas secundarias controladas por la SEP creció en forma considerable. La mayor expansión se dio en los terrenos de la educación privada (116 planteles en 1940), y no en los de la pública (32 escuelas)986. Ello muestra que muchos padres de familia preferían pagar por la educación intermedia de sus hijos que enviarlos a colegios de gobierno. Dado que los años treinta no fueron de bonanza económica ni ofrecieron ventajas especiales a los sectores medios, he de suponer que la elección se debía a cálculos no directamente relacionados con las posibilidades financieras de las familias. Para algunas de éstas el motivo fundamental era de índole religioso: querían asegurarse que los jóvenes tuvieran una educación acorde con las creencias familiares. Sin embargo, las más buscaban mejor calidad en la enseñanza, el prestigio asociado a la educación privada y canales adecuados para el acceso a la universidad. Más que una “derrama”, el pago de colegiaturas representaba una apuesta al futuro.

El conflicto en torno a las secundarias formó parte de la cadena de movimientos que conmovieron a varias de las ciudades más importantes del país desde el año de 1929 hasta el de 1936. La campaña de José Vasconcelos a la presidencia de la república (1929),987 las jornadas en favor de la autonomía universitaria y la ruptura de los círculos intelectuales con el gobierno central habían creado un clima de confrontación entre las universidades públicas y el Estado988. Las tormentas se reavivarían en 1933, al calor de las disputas por la educación socialista y las maniobras para que ésta fuera elevada a rango constitucional. En septiembre de ese año se llevó a cabo en la ciudad de México el Congreso de Universitarios Mexicanos, al que asistieron representantes de diversas instituciones. El rector de la Universidad de Guadalajara propuso en este acto que el materialismo dialéctico fuera declarado doctrina única en la educación superior. Antonio Caso, uno de los intelectuales con mayor prestigio y dentro de la UNAM, manifestó su desacuerdo e hizo una apasionada e inteligente defensa de la libertad de cátedra y la independencia del conocimiento frente a los poderes públicos. El alegato en favor del marxismo estuvo a cargo del entonces director de la Escuela Nacional Preparatoria, Vicente Lombardo Toledano, quien argumentó la necesidad de que el Estado, vanguardia, árbitro supremo y juez de la sociedad mexicana, vigilara la aplicación de la doctrina socialista en la enseñanza superior.989

Lo acontecido en el Congreso sirvió como detonante de múltiples explosiones que estremecieron a las capitales más pobladas y con mayor dinamismo económico de la república, la ciudad de México en primer lugar. El gobierno atendió los reclamos de los estudiantes capitalinos y en octubre de 1933 expidió la Ley Orgánica de la Universidad, institución a la que le fue otorgada plena autonomía y le fueron retirados los subsidios estatales. Según Narciso Bassols, esta ley implicaba que la Universidad perdiera su carácter nacional y dejara de ser el órgano encargado de la cultura y la investigación. En su nueva calidad de organismo autónomo dotado de patrimonio propio, debía competir con las otras instituciones de enseñanza superior y demostrar a la nación su capacidad para autogobernarse.990

Al tiempo que Lázaro Cárdenas realizaba su gira electoral, los dirigentes de la Federación Nacional de Estudiantes iban de un sitio a otro para difundir los principios de la libertad de cátedra y la autonomía, aprobados como banderas de lucha en el Congreso Nacional de Estudiantes realizado en mayo de 1934 en San Luis Potosí. Las capitales de Puebla, Jalisco, Zacatecas, Durango, Nuevo León, Aguascalientes y Coahuila fueron escenarios de nutridas manifestaciones públicas y de movimientos estudiantiles con amplio respaldo por parte de la ciudadanía. El presidente de la república, Abelardo Rodríguez, advirtió que el poder público ordenaría la clausura de aquellas instituciones que estallaran huelgas. El cumplimiento de la amenaza generó malestar en las poblaciones afectadas y exacerbó los ánimos en contra de la reforma educativa.991

Lo sucedido en esos días borrascosos de 1934 influyó para que el Congreso de la Unión rectificara la intención inicial de supeditar a las universidades al artículo tercero constitucional y finalmente las eximiera de esta obligación. Influyó también en la decisión tomada por Lázaro Cárdenas de evitar pleitos gratuitos con los sectores universitarios, cuya popularidad crecía a la par que las agresiones en su contra se acrecentaban. En 1935 el presidente rechazó la propuesta de Narciso Bassols de realizar la separación definitiva y formal entre el Estado y la UNAM; meses después desoyó a Vicente Lombardo Toledano, que en “representación del sector obrero” exigió mano dura hacia las universidades y solicitó que éstas fueran puestas bajo el control directo de la SEP. No sólo ello: en desacuerdo con lo dicho tiempo atrás en sus discursos, Lázaro Cárdenas ordenó que el gobierno volviera a otorgar recursos financieros a la UNAM.992 Cuando en 1939 se puso a discusión un proyecto de reglamento que contemplaba el sometimiento de las universidades, el ejecutivo actuó con cautela y actuó para que, una vez más, quedaran fuera de la reglamentación federal.
Estas y otras medidas no implicaron la derrota total del Estado frente a los universitarios, ni cancelaron del todo su voluntad de acabar con los “privilegios de la cultura” y crear un sistema de educación superior acorde con los cambios del momento y la supuesta instauración de un nuevo régimen social. El gobierno federal favoreció la creación y potenció la fuerza de asociaciones de estudiantes y de académicos afines a su causa, apoyó el nacimiento de instituciones que se preciaron de ser socialistas y por tanto contrarias a la autonomía, y fomentó procesos de reforma que modificaron al menos dos universidades de matriz colonial, la de Guadalajara (Jalisco) y la Nicolaíta (Michoacán), y un colegio, el Civil Rosales (Sinaloa), de manufactura porfiriana.993 Estas permutas coincidieron con cambios en las redes de poder en los estados y de sus relaciones con el gobierno central.
El mayor aporte del cardenismo a la cultura superior se produjo dentro los linderos de la ciencia y la investigación. En 1938 fueron inaugurados los Institutos de Física y Matemáticas y la Facultad de Ciencias de la UNAM, que alterarían el perfil humanista de esta institución y sentaron bases para el desarrollo posterior de campos de conocimiento descuidados en nuestro país. Fuera de la UNAM se apoyó la realización de estudios especializados en la fauna y la flora mexicanas, así como el desarrollo de centros e investigaciones dedicados al estudio de problemas como las enfermedades tropicales, la nutrición, los parásitos y la salud en México. También las ciencias sociales fueron beneficiadas con la creación del Instituto Nacional de Antropología e Historia, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, del Archivo Histórico de Hacienda y del Consejo de Lenguas Indígenas.994 El broche de oro de esta cruzada sería la fundación, en 1940, de El Colegio de México, al que vendrían a investigar y enseñar los refugiados españoles de la disuelta Casa de España.995