viernes, 9 de noviembre de 2012
liberalismo en la educación
HACIA U N NUEVO LIBERALISMO
EN LA EDUCACIÓN *
L e o p o l d o ZEA
LOS PRECURSORES DE LA NUEVA EDUCACIÓN LIBERAL
La generación que en 1900 inicia las críticas contra el
régimen porfirista que habrán de culminar con la Revolución
de 1910 no fue una "generación espontánea". Las ideas
que opusieron a la dictadura las encontraron dentro de su
mismo ambiente. La Vieja Guardia liberal, cuya voz pareció
caer en el vacío frente a la primera generación formada en
el positivismo, despertó nuevos entusiasmos en la generación
de la Revolución que empezó a gritar la vuelta al liberalismo
de Juárez, Ocampo y Lerdo. La muerte del último en 1889
hizo patente la repulsa de la juventud a la dictadura y sus
anhelos por volver al liberalismo, que, lejos de morir, con éste
resucitaba. Sin embargo, esta vuelta al liberalismo no era
sólo consecuencia de la insistencia de la Vieja Guardia en la
vida pública. Es más, el liberalismo que ahora iba perfilándose
mostraba rasgos que lo diferenciaban del anterior, como
lo era su preocupación por los problemas sociales. El liberalismo
de la Vieja Guardia se centró especialmente en el
aspecto político. Su preocupación central fue el establecimiento
y funcionamiento de las instituciones políticas adecuadas
a sus ideas. En esa etapa que los liberales mismos
llamaban combativa, no podía ser de otra manera. El problema
social debería ser objeto de atención en otra etapa, en la
de organización, la etapa que pretendió ser el porfirismo.
En ella, en efecto, aunque los problemas sociales no fueron
resueltos, no por esto dejaron de hacerse patentes. Y tanto,
que la nueva generación fue tomando conciencia de ellos en
* Capítulo de L a educación p r e - r e v o l u c i o n a r i a e n México, libro de
próxima publicación.
L I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 529
forma cada vez más amplia. La vuelta al liberalismo no era
ya un simple reestablecimiento de las instituciones políticas
liberales; esta vuelta implicaba un encarar y resolver problemas
sociales que la Vieja Guardia no había tenido tiempo de
plantearse. Los miembros de la generación que hicieron la
Revolución se inspiraron, para la orientación social que
dieron a sus críticas y planes revolucionarios, en varias de las
obras que en esos años de principios del presente siglo cayeron
en sus manos. Obras como las de Émile Zola, que enfoca
los problemas de la clase obrera en Francia; Kropotkin y el
anarquismo, que tanta mella habrá de hacer en los Flores
Magón; Sorel y otras formas del socialismo revolucionario y
utópico, incluyendo algunas expresiones, si no directas, sí
indirectas del marxismo. Esto es cierto; pero no es menos
cierto que el interés por este tipo de obras tuvo que ser provocado
en ellos por la propia realidad en que se encontraban.
Realidad que hacía patentes muchos de los problemas sociales
que se planteaban y trataban de resolver esos libros. El descontento
que se sentía en el país tenía su fuente en muchos
de esos problemas. El asunto no se resolvía con un simple
cambio político, como llegaron a pensar algunos revolucionarios.
No, el problema era más complicado y las soluciones
tenían que darse en otros aspectos, concretamente el social.
La vuelta a las instituciones liberales y el enfoque de los
nuevos aspectos sociales fueron un problema planteado a la
generación de la Revolución por su medio, su situación o
circunstancias. Y esta doble preocupación no sólo la encontró
en la vida pública, en las discusiones o polémicas de algunos
diarios, sino también en la escuela. En la escuela, en
las instituciones públicas de cultura, se fueron gestando muchas
de las ideas que animarán a la nueva generación. Y
esto hay que decirlo en abono del mismo porfirismo, que las
hizo posibles al permitir orientaciones pedagógicas que iban
a acabar por poner en crisis al positivismo oficial. Por supuesto
es el mismo régimen que, dentro de todos sus defectos
y negaciones hizo posible a un Justo Sierra que tanto
habrá de representar en el campo de educación mexicana
530 LEOPOLDO Z E A
Es también el mismo régimen que hizo posible la aparición
de otros grandes pedagogos mexicanos y orientaciones pedagógicas
de importancia capital. El régimen porfirista no
llevó la escuela a las grandes masas del país; pero permitió
que se expusiesen las ideas que habrían de llevarla. Dentro
de sus limitaciones, ministros de Educación como Baranda y
Sierra harán lo máximo por extender esta educación; Sierra,
Rébsamen, Carrillo, Torres Quintero y otros más fueron formando
a la generación que serviría de líder en las nuevas
reformas, tanto políticas y económicas como educativas.
Francisco Larroyo ha dicho con gran acierto que estos grandes
educadores no hicieron sino servirse del instrumental que
el régimen Ies permitió, aprovechando la demagogia de la
supuesta actitud liberal del mismo. "Pero sólo contaron con
el instrumento de la educación -dice—, que, por otra parte,
había de compaginarse, en cierto modo, con la política dominante
del porfirismo. Con todo, aprovechando la propaganda,
muchas veces postiza, de una política liberal al servicio
de la unidad e intereses nacionales, los grandes pedagogos
y los más destacados políticos de la educación lograron
crear importantes y fecundas instituciones, que en pocos años
coadyuvaron a minar la vieja estructura política del país." 1
Gracias a esta posibilidad surgieron instituciones educativas
como la "Escuela Modelo" de Orizaba, que significó una
de las más destacadas orientaciones pedagógicas en las que
más tarde descansarían varias de las reformas educativas de la
Revolución. Los pedagogos Enrique Laubscher y Enrique
Rébsamen hicieron posible esta escuela, que fue el punto de
partida para la reforma de la enseñanza en la escuela primaria.
Por otro lado, educadores políticos como los ya citados
Joaquín Baranda y Justo Sierra hicieron posible la creación
de varias importantes instituciones pedagógicas, por ejemplo,
la Escuela Normal, así como la restauración de la Universidad
Nacional. En estas instituciones se fue perfilando el espíritu
y la orientación que habría de asumir poco tiempo después
la Revolución en el campo educativo. La preocupación nacional
y, como correlato suyo, la preocupación por incorpoL
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rar, al menos desde el punto de vista educativo, a todos los
mexicanos en una gran unidad nacional, se hace ya patente
en estas instituciones desde un punto de vista teórico. Bajo
los auspicios de los mismos ministros de Educación se celebran
reuniones y congresos de carácter pedagógico en donde tal
procupación se hace patente. Se habla ya, por ejemplo, de la
necesidad de llevar la educación a los centros rurales. Y pedagogos
como Gregorio Torres Quintero y otros más exigen
reformas en este sentido.
H A C I A UNA EDUCACIÓN LIBERAL NACIONALISTA
De central importancia en la orientación educativa que va
a derivar en la Revolución será la creación de la Escuela
Modelo de Orizaba. Esta escuela se fundó en 1883 bajo la
dirección de Enrique Laubscher. En su primera etapa no es
sino una escuela primaria donde se experimentan los principios
de la llamada "enseñanza objetiva", en la cual se considera
al lenguaje como centro. "El aprendizaje del idioma
empieza con los ejercicios de la enseñanza objetiva teniendo
por mira el dar a conocer al niño las cosas y las acciones del
medio más próximas que le rodean -dice Laubscher-; coordinar,
corregir y aumentar sus ideas y pensamientos, excitando
su atención y procurando cultivar su lenguaje." 2 Sin embargo,
de mayor importancia será la segunda etapa de la Escuela
de Orizaba, etapa cuyo principal animador será el maestro
suizo Enrique C. Rébsamen. Se inició en 1885, "con la fundación
de una Academia Normal, a base de un moderno plan
de estudios". "La enseñanza de las ciencias pedagógicas fue
impartida por Rébsamen. Los cursos prácticos estuvieron a
cargo del señor Laubscher. El alumnado de la «Academia»
se reclutó entre los profesores de los cantones, expensados por
sus respectivos municipios." Sobre estos profesores habla el
propio Rébsamen mostrando su sorpresa por el interés que
muestran a pesar de que "muchos de esos profesores ya eran
viejos campeones de la enseñanza, instruidos y de mérito".
Sin embargo, agrega, "los vimos con una asiduidad asombrosa,
que en mucho los honra, estudiar cuidadosamente la práctica
5 3 2 LEOPOLDO Z E A
y la teoría, viejas en principio y novísimas en su aplicación
en nuestra patria".»
¿Cuál era la orientación pedagógica impartida por Rébsamen?
Dejemos que él mismo nos la exponga. Analizando las
diversas definiciones que de la educación han venido dando
todos los filósofos, dice: "Dejemos las disputas filosóficas y
fijémonos en lo que hay de común en todas las definiciones
sobre la educación. Basta que cada educador trate de desa
r r o l l a r armónicamente todas las f a c u l t a d e s físicas, intelectua¬
l e s , éticas y estéticas d e sus e d u c a n d o s , p r o c u r a n d o q u e este
d e s a r r o l l o l l e g u e al mayor g r a d o p o s i b l e d e perfección." Lo
importante es una formación armónica, total, que estimule
todas las posibles cualidades del educando. No importa mucho
la orientación que "el educador imprima a su actividad, la
dirección que su criterio y su conciencia le sugieran. Cuando
el niño llegue a ser hombre y se encuentre con todas sus facultades
bien educadas, ya sabrá escoger el camino que mejor
le convenga. Lo que importa es que se cultiven sus facultades
t o d a s de una manera racional". Rébsamen, lejos de estar de
acuerdo con la tesis pedagógica positivista que habla de una
educación a base de libertades y represiones de los instintos
y
facultades para ancjuilosar las c¡ue pueden ser fuente de lo
malo y desarrollar las pueden ser fuente de lo bueno
dice:
Pero no hay más que un modo de desarrollar las facultades del
niño: ajustándonos del todo a las leyes fisiológicas y psicológicas
que presiden su desenvolvimiento. Éste es precisamente el grave
reproche que tenemos que hacer a los educadores empíricos, llámense
padres, madres o maestros, que lejos de favorecer el desarrollo
espontáneo de las facultades de sus educandos, los están
c o n t r a r i a n d o y e n t o r p e c i e n d o a cada momento porque ignoran las
leyes fisiológicas y psicológicas y no pueden ajustarse a ellas, por
consiguiente.
La nueva pedagogía no acepta trabas, limitaciones. Es una
pedagogía basada en la libertad. Una pedagogía que se preocupa,
no de formar un determinado tipo de hombre, sino de
estimular lo propio de cada hombre, de cada individuo, dotanL
I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 533
do al educando del instrumental adecuado para destacar y desarrollar
lo que le es personal. E l educador no es un f o r m a d o r
de hombres como lo puede ser el mecánico que fabrica determinados
utensilios; el educador debe ser un e v o c a d o r como lo
fue Sócrates. El pedagogo debe ofrecer al educando los estímulos
que le permitan sacar a flote su personalidad, su vocación,
su propia orientación. No es un forjador, sino un evocador.
Es el educando quien libremente habrá de elegir su
destino, su situación, su lugar en la comunidad de acuerdo
con sus naturales capacidades. El educador debe a d i v i n a r , prever,
captar la personalidad de sus educandos para desarrollarla.
No es una tarea mecánica, sino la más difícil de las tareas.
Por ello, dice Rébsamen, no hay que olvidar que también
"se nace e d u c a d o r , como se nace artista". Con ello "quiero
decir que en el verdadero educador existe a l g o como una
intuición, como una especie de i n t e l i g e n c i a i n c o n s c i e n t e , que
le ilumina en los momentos más difíciles y le hace encontrar,
como por vías de inspiración, lo adecuado y lo bueno". Esto
suena un poco metafísico, agrega, pero quien ha estudiado la
vida de los grandes pedagogos "no podrá negar que el verdadero
pedagogo tiene su genio protector a semejanza del dem
o n i o de Sócrates".4
Una pedagogía basada en la libertad tendría como fin la
libertad, esa libertad por la cual había luchado el liberalismo,
en nombre de la cual protestaba ahora la Vieja Guardia puesta
al margen por la generación formada en el positivismo.
Rébsamen afirmaba la necesidad de llevar la educación a
todo el pueblo para afianzar las libertades y evitar los peligros
que podrían amenazarlas, así como dar unidad a lo que debía
ser México como nación. "La unidad nacional - d i c e - , completada
en los campos de batalla, necesita imperiosamente,
para consolidarse, de la unidad intelectual y moral de este
hermoso país. La independencia más difícil de conquistar es
la intelectual y moral de un pueblo entero, que convierte ai
más humilde de sus hijos en un ciudadano libre " 3 De acuer53+
LEOPOLDO Z E A
en el campo de la mente de los mexicanos. Se debe educar a
éstos para el disfrute de las libertades ganadas a costa de tanta
sangre. El pueblo debe ahora ser educado en los principios
liberales que permiten a todo hombre actuar de acuerdo con
sus cualidades naturales y la conciencia de su propia responsabilidad.
El maestro no sólo debe formar hombres ilustrados
e inteligentes, sino hombres nuevos y de elevados y nobles sentimientos.
La Escuela Modelo de (Drizaba llevaría en poco tiempo su
influencia a toda la República. Varios fueron los campeones
de la nueva orientación, destacándose Carlos A. Carrillo, que
en 1887 fue llamado por Rébsamen para ocupar una cátedra
en la Escuela Normal de Jalapa. Tal y como lo pedía Rébsamen,
Carrillo fue un educador preocupado por estimular
la vocación de sus educandos y no por imponerles un determinado
cartabón. Su pedagogía se apoyó también en la l i bertad,
estimulando esta libertad al estimular la libre expresión
de sus discípulos. Como maestro que fue también de
primaria, había alcanzado una alta experiencia pedagógica
que resumía así:
El maestro jamás debe sujetarse en sus lecciones al cartabón
que marcan los preceptistas; el maestro ha de ser un artista, en
toda la extensión de la palabra, y no un servil imitador. ¿Cuándo
ha visto usted que dos artistas procedan del mismo modo en la
ejecución de una obra? ¿Cuándo ha visto usted que un mismo
artista interprete de la misma manera una obra varias veces? La
uniformidad en los procedimientos es rutina, es estancamiento.
Hay que aprender a servirse de la naturaleza y no de los
libros:
Cuando ustedes se hayan posesionado de este gran principio,
que es la llave de oro de la enseñanza, entonces impriman a sus
lecciones ese sello personal que se refleja en las palabras de cada
uno, en las miradas, en las acciones, en el modo de ser particular,
para que el niño, que ya conoce a sus maestros, los entienda, los
comprenda, los adivine.
En cuanto a las lecciones, nada de prepararlas mecánicaL
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mente. La enseñanza debe impartirse tomando en cuenta el
modo de ser, siempre cambiante, del educando. Pienso, dice
Carrillo, "que son muy inquietos, que son muy volubles, que
pronto se cansan de escuchar, pero también que son muy
curiosos, que siempre están ávidos de preguntar y saber; y
cuando he meditado en todo esto, entro en el salón de clases,
dejando en la puerta mi aspecto de hombre formal... les
hablo... identificándome, sí, ésta es la palabra, identificándome
con ellos, y dejándoles todo mi ser"."
Carrillo se opuso así a una instrucción ajena a la realidad
del hombre de México, a una instrucción que no hacía sino
repetir determinados cartabones, sistemas o métodos, sin ver
antes si eran o no válidos para el hombre a quien se querían
imponer. Es la apatía, la "pésima organización de las escuelas
públicas", la que ahuyenta a los niños. La apatía, el
abandono, de que también dan prueba los "pésimos métodos
empleados en las escuelas públicas". Métodos que "se
oponen al desenvolvimiento natural y armónico de las múltiples
actividades con que ha dotado Dios al niño". Esa educación
mecánica, ajena a la realidad que es el mismo educando,
acaba por decepcionar a éste y a los padres, que tanto se han
sacrificado para que pueda estudiar y mejorar su situación.
Cuando los padres se disponen a recoger la cosecha de lo
que han sembrado a costa de tanto trabajo, se encuentran
"que lo que ha aprendido el niño carece casi enteramente
de utilidad para la práctica". Y esto lo dice Carrillo ante
una sociedad positivista que dice apoyarse en la utilidad.
El educando "tiene que arar la tierra", pero sólo sabe conjugar
verbos; "tiene que hacer zapatos" y sólo sabe hablar de
definiciones gramaticales cjue en nada le ayudan;
necesita discurrir con precisión y sensatez, y en lo que está muy
ducho es en aprender interminables palabras; necesita entender l i bros,
para gustar y sacar provecho de su lectura, y sabe mascullar
las palabras que contienen sin entender ninguna; va a e n t r a r a l a
v i d a política, v a a s e r m i e m b r o d e u n p u e b l o l i b r e e n e l q u e t i e ne
q u e e j e r c e r d e r e c h o s y q u e c u m p l i r o b l i g a c i o n e s , e i g n o r a esas o b l i g
a c i o n e s y n o t i e n e noción d e e s o s d e r e c h o s.
536 L E O P O L D O Z E A
Nada se hace por educar al hombre de México en estos aspectos
que tan de cerca le tocan. No se le forma para ser un
buen ciudadano ni un buen patriota; "debería arder en su
pecho el fuego de un acendrado patriotismo -que a la escuela
tocaba encender y mantener vivo, a favor de la enseñanza
de la historia patria- y lo que ha guardado en su memoria
es el interminable y estéril catálogo de todos los gobernantes
que México ha tenido".7 La escuela, en otras palabras, no
forma ni hombres libres, conscientes de sus derechos y obligaciones,
ni patriotas que engrandezcan a su nación. No es una
educación para la libertad y la nacionalidad. Por ello en la
revista pedagógica, editada por Carrillo a partir del i<? de
diciembre de 1885 con el nombre de L a Reforma de la Esc
u e l a E l e m e n t a l , se pone el epígrafe de Julio Simón que dice:
" E l pueblo que tiene mayor número de escuelas y escuelas mejor
organizadas, es el pueblo más grande del mundo. Si no lo
es ahora, lo será mañana." 8
A la reforma de la escuela elemental se enfocaron todos los
esfuerzos de Carrillo. De esta reforma habrá de depender la
transformación de México en un país seguro de sí mismo y
amante de sus libertades. La libertad y la formación de la
nacionalidad dependerán de la capacidad de los mexicanos
para transformar su educación en una educación que haga
ambas posibles. No basta enseñar, por ejemplo, qué es la
moral; es menester educar para que ésta forme parte de la
integridad del hombre. "Enseñanza moral, educación moral.
He aquí dos cosas muy distintas", dice Carrillo.
Un hombre puede saber muy bien todas las reglas de l a moral
y ser un redomado bribón. A la sociedad poco le interesa que
conozca a las mil maravillas todos mis deberes, si nunca los cumplo.
La sociedad tiene, pues, derecho de exigir a la escuela que haga
de los niños hombres honrados y virtuosos, aunque no sean pozos
de ciencia moral.. . Enseñar la moral es bueno, es necesario sin
duda; pero no es bastante: l a escuela no llena su misión sino educando
moralmente al niño.
En igual forma, todas las enseñanzas deben transformarse
en educación. Sobre cómo hacerlo ofrece Carrillo prolijos traL
I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I ÓN 537
bajos que habrán de alterar les viejos sistemas educativos y,
con ellos, el tipo de hombre que habrá de sentirse a disgusto
dentro de un sistema social en el que la personalidad ha sido
negada.
Partiendo de este e d u c a r y no simplemente enseñar, Carlos
A. Carrillo va a la historia de México, en la que ve, no una
acumulación de fechas y nombres, sino el sentido que tiene,
lo que ella debe significar para el educando.
Yo no sé quién era Acamapitzin. Ni H u i t z i l i h u i t l , ni Chimalpopoca;
no sé en qué año nacieron, n i qué hazañas llevaron a cabo. ..
Si me sentara en los bancos de una clase, iría a parar probablemente
al último lugar... Y, sin embargo, yo sé algo que ignoran los
alumnos, algo más sustancial y más fructuoso, algo que es más
historia que las luengas listas de nombres y de fechas.. .8
¿Qué es este algo? Para mostrarlo, Carrillo sitúa a sus jóvenes
alumnos en una etapa de la Historia de México, en la
etapa en que gobernaba el gran monarca de los aztecas, Moctezuma.
Monarca poseedor de grandes palacios, de riquezas
inusitadas; Moctezuma, el gobernante que recibía tributo de
todos los pueblos vencidos por sus tropas. Centenares de indios
traen la pesada carga de sus tributos. Tributos que son
cargados desde lejanos lugares. ¿Qué reciben a cambio?, pregunta
Carrillo a sus discípulos. Nada, contesta él mismo. Todos
esos hombres "han estado trabajando de balde para Moctezuma
y sus guerreros. Sus familias han comido menos o no
han tenido que comer; sus familias están desnudas y padecen
frío; ellos no pueden componer la pobre choza en la que se
guarecen; pero ¿qué importa, si Moctezuma y sus guerreros
tienen otate y cal en abundancia para sus casas, para sus templos
y palacios, que serán el ornato de Tenochtitlán?" Muchos,
muchos son los hombres que trabajan para Moctezuma
y sus guerreros, aunque a ellos les falten los utensilios que
entregan a éstos. Ellos, que fabrican ricas telas para Moctezuma
y sus guerreros, "ellos y sus mujeres y sus hijos apenas
tienen un harapo para cubrir su desnudez". Y como ellos
hay otros muchos hombres, muchos pobres indios que van
538 L E O P O L D O Z E A
entregando su trabajo sin recibir la más pequeña compensación.
"Ninguno de estos indios, como bien comprendéis,
recibe ningún salario por su ímprobo trabajo". ¿Quién los
obliga a trabajar de esta manera? ¡Ah! queridos niños -contesta
Carrillo-, la respuesta es fácil: Moctezuma tiene un ejército
temible, y el día que estos indios infelices no le traigan
el tributo que les ha señalado, ese día ¡pobres de ellos! Irá
con su ejército y les impondrá doble tributo."
Y esto, ¿por qué? Simple y puramente, porque hay unos
hombres más fuertes que otros. Ésa es la tesis tan insistentemente
expuesta por los positivistas mexicanos. Carrillo no se
refiere a ellos, pero sí a la tesis cuando dice a sus pequeños
alumnos:
[Esto es] exactamente como si uno de vosotros, que tuviera mucho
mayores fuerzas que sus compañeros, le dijera a éste: "Tú me
has de traer el papel que necesito"; y a aquél: "Tú me has de
traer las plumas"; y al otro: " T ú me proveerás de tinta"; y al de
más allá: "Tú, de pizarrines y de lápices." Y si alguno se negara
a obedecer sus órdenes, le maltrataría y le golpearía. ¿No es verdad
que todos le obedecerían por temor a la fuerza?
Pero hay algo más. Esta fuerza, aunque lo sea, es siempre
precaria. Siempre está expuesta a ser vencida por otra
más poderosa. Los pueblos que sufren la fuerza están siempre
tratando de rebelarse, con lo cual los dominadores tienen
que permanecer constantemente en pie de guerra, preparándose
para la violencia. Los hombres, en lugar de ocuparse en
engrandecer su propio pueblo, con su trabajo, se tienen que
preparar para la guerra.
Todos estos hombres [los que recibían el tributo] hubieran podido
ocuparse en labrar la tierra, en hacer telas, en fabricar utensilios
para las artes y oficios, en trabajar en las minas o en cualquier
industria; cada uno de ellos se hubiera hecho de este modo más
rico, todas las familias hubieran disfrutado de mayor bienestar, la
nación entera hubiera gozado de mayor prosperidad... En tiempos
de paz, queridos niños, cada cual emplea su tiempo y su trabajo
en hacer cosas útiles para los demás... En tiempo de guerra, al
contrario, muchos emplean su tiempo y su trabajo en matarse los
unos a los otros.
L I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 539
¿Se refiere Carrillo a la paz de que hablaba el porfirismo?
No parece que se refiera a ella, sino a otra paz en la que
todos están interesados, y no sólo los que reciben el provecho
de ella. Dentro de esta falsa paz sólo se buscará la manera de
ser más fuerte para no perder los privilegios alcanzados.
Aun en los períodos brevísimos de paz, los mexicanos y todos
los pueblos que les pagaban tributo estaban preparándose para la
guerra... para que cuando ésta llegara no les sorprendiera desprevenidos.
Ése era otro m a l . . . Ya veis, queridos niños, cuántos males
causaban a todos, Moctezuma y sus guerreros, por querer que otros
trabajaran para que ellos se alimentaran, vistieran, adornaran y
gozaran lo más que pudieran en vez de trabajar ellos mismos, que
era lo debido.
Carrillo, el maestro que nada decía saber de nombres y
fechas de la historia, daba a sus discípulos, y a través de ellos
a la sociedad de su tiempo, una lección educativa. En una
sociedad como la organizada por el porfirismo, que se apoyaba
en un tipo de explotación que en nada se diferenciaba
de la de Moctezuma y sus guerreros; en una sociedad en la
cual el indígena seguía siendo el proveedor de una riqueza
que los nuevos señores eran incapaces de producir con sus
propias manos y fuerzas; en tal sociedad, sin alusiones directas,
Carrillo enseñaba estas dos verdades que serían fácilmente
traducibles por sus lectores y estudiantes de 1888:
Primera: "Todo pueblo que quiere vivir de la rapiña,
obligando a otros a pagarle tributo, se hace un mal a sí mismo,
porque tiene que estar en estado de guerra perpetua; y
esto le impide trabajar y enriquecerse."
Segunda: " L a dominación de ese pueblo es débil y precaria
porque está expuesto a ser vencido a cada paso por sus
enemigos."
Para concluir diciendo: "Y es que la i n j u s t i c i a , en las naciones
como en los individuos, lleva siempre en sí misma el
germen del castigo. Sólo la j u s t i c i a eleva y engrandece a las
naciones." 1 0
Otro gran pedagogo de esta época fue Gregorio Torres
Quintero, que, junto con una pléyade de educadores, orientó
54-0 LEOPOLDO Z EA
también la instrucción pública hacia la formación de individuos
responsables y amantes de la libertad. Dentro de este
grupo, nos dice Francisco Larroyo, se encuentran Celso Pineda,
Daniel Delgadillo, Lucio Tapia, Luis de la Breña, Ponciano
Rodríguez, José María Bonilla, Jesús Sánchez, José Juan
Barroso, Toribio Velasco, Francisco Angulo y otros. Torres
Quintero, sin diferir del pensamiento de Rébsamen, desarrolló
una serie de ideas relativamente nuevas. Torres Quintero
parte de la idea de que el Estado representa a la sociedad y
como tal pude y debe defender a la niñez de la ignorancia,
porque ésta obstaculiza todo progreso. Por ello debe multiplicar
los planteles educativos, y hacer obligatoria, laica y
gratuita la escuela primaria.
Una escuela gratuita que abra sus puertas a todos los
mexicanos, sin discriminación económica, política, racial o
religiosa. Y la educación debe ser laica, para que puedan recibirla
todos los mexicanos sin preocupaciones de carácter
religioso. Por ello, dice Torres Quintero, "el legislador ha excluido
de la enseñanza toda instrucción religiosa y no ha
autorizado más que la instrucción moral universal, independientemente
de toda religión positiva"."
La enseñanza obligatoria y gratuita es, para Torres Quintero,
la fuente de la conciencia cívica y política del pueblo.
En último término la capacidad del pueblo mexicano para
regirse por una auténtica democracia liberal, habrá de depender
de la educación que reciba. Aquí toma, nuevamente, el
gran problema que se planteó y se planteará siempre al liberalismo
mexicano. La transformación de un pueblo como el
mexicano, que ha sido formado en instituciones que son las
antípodas del liberalismo, habrá de depender de la educación
que se le pueda ofrecer para transformar sus hábitos y costumbres,
para cambiar su ideología. La enseñanza obligatoria,
dice el pedagogo mexicano, habrá de crear la conciencia
cívica y política del pueblo. "La instrucción obligatoria
-agrega- es un presupuesto imprescindible de un Estado democrático."
1 2 Por ello considera un acto suicida el abandono
en que se tiene a las e s c u e l a s r u r a l e s , donde debería formarse
L I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 541
esa conciencia cívica del pueblo. Torres Quintero se adelanta
aquí en la preocupación que caracterizaría más tarde a la
Revolución en el campo educativo: Habrá que ir al campo
para educar al hombre que trabaja la tierra, que es el que
forma el grueso de lo que llamamos pueblo mexicano:
¿Por qué los niños de los centros urbanos disfrutan de mejor
enseñanza que los niños campesinos? ¿No son niños mexicanos los
que habitan los campos y las aldeas? En un pueblo republicano y
democrático como el nuestro, no debe haber escala diferencial de derechos,
y, sin embargo, ante la instrucción, unos son privilegiados,
parias los otros. Siquiera los habitantes de los campos fueran en
menor número; pero entre nosotros, donde son pocas las poblaciones
de importancia, el mal es profundo.13
Torres Quintero propone igualmente una reforma en los
métodos de la enseñanza. Una reforma que permita formar
hombres para la libertad y la democracia. Una reforma, dice,
que haga a la educación asentarse en el conocimiento real de
las cosas y de las relaciones sociales. A esta nueva orientación
la llama enseñanza o b j e t i v a o enseñanza i n t u i t i v a . Una educación
que empieza por hacerse atractiva al educando, haciéndolo
aprender por interés en lo que se le enseña y no por
temor a recibir algún castigo. "Jamás el miedo -dice Torres
Quintero- ha fundado una verdadera disciplina." El auténtico
educador jamás pide "una obediencia pasiva, un respeto
hipócrita, una cortesía estereotipada, una actividad maquinal,
un trabajo forzado... ¿Os han dado un rebaño de parias
para que reglamentéis su instinto servil? ¡No, mil veces no!
E l tesoro que os han confiado es por excelencia caro: os han
entregado una pléyade de niños, de personas humanas, para
que hagáis de ellos lo más digno, es decir, hombres; es decir,
ciudadanos de una democracia".14
Así, pues, la idea de una educación para la libertad y la
democracia se encontraba en el ambiente de todos los círculos
educativos, independientemente de las posibilidades reales que
tal educación podría tener dentro del régimen porfirista. En
el periódico pedagógico llamado L a E s c u e l a M o d e r n a , que
aparece por vez primera el 15 de octubre de 1889 bajo "la
5+2 LEOPOLDO Z E A
protección del Sr. Presidente, Gral. Porfirio Díaz, y del Sr. Secretario
de Justicia e Instrucción Pública, Lic. Joaquín Baranda,
se habla de esta orientación en el Editorial, dirigido
" A los Maestros de Instrucción Pública". En este Editorial
se dice: " L a verdadera y sólida garantía de los derechos y
de las libertades de los pueblos está en razón directa de la
educación y de la instrucción de sus hombres". Se comenta
también la Ley de Instrucción Pública de Baranda, la cual,
dice, afronta el problema de la instrucción pública frente a
un pasado de fanatismos y barbaries. "Es un valiente desafío
al retroceso y a la explotación de la ignorancia." E n la escuela
está la fuente de ese México nuevo que se quiere crear. "La
escuela es la madre del ciudadano, la cuna de la patria, el
plantel de las virtudes cívicas, la fuente de la riqueza, la llave
de oro de los derechos del hombre." 1 5
JOAQUÍN BARANDA Y LA EDUCACIÓN PARA LA LIBERTAD
El licenciado Joaquín Baranda, ministro de Justicia e
Instrucción Pública desde el mes de septiembre de 1882, vino
a ser, con su sucesor, don Justo Sierra, uno de los más destacados
impulsores de la educación orientada a formar ciudadanos
capaces de hacer valer sus derechos y sus libertades. Se
empeñó, desde su puesto, en hacer realizables las ideas que
sobre esta orientación educativa estaban haciendo patentes
los más destacados pedagogos mexicanos. Fue un hombre de
acción empeñado en realizar los mejores ideales educativos
de esa pléyade de pedagogos que mantenían el espíritu del
liberalismo mexicano.
Baranda estuvo a l a altura de su elevado cargo: comprendió con
desusada perspicacia el problema de la educación nacional y tuvo
la requerida habilidad política para plantearlo y resolverlo, en la
medida que lo permitieron las circunstancias históricas de l a época.
Estaba convencido de que la educación es factor imprescindible en
el progreso y bienestar de los hombres; que la escuela, por ende, en
un país democrático, debe llevarse a todos los confines de la patria,
pues sólo por este medio es posible crear l a verdadera u n i d a d n a -
cionalA®
L I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 543
Pero ¿cómo lograr esto? ¿Cómo lograr este tipo de educación?
Sólo por un camino: formando a los maestros que
han de hacerla posible. No bastaba proponer una enseñanza
que hiciese posible el liberalismo y la democracia en México.
Éste había sido el ideal de todos los gobiernos liberales que
surgieron a partir de nuestra emancipación política. Era
menester algo más: los maestros que se encargasen de semejante
tarea. Sin ellos, todo ese ideal no era más que una
utopía. Baranda se empeñó, así, en formar a los maestros
que en futuro muy próximo diesen al pueblo la educación
adecuada al ideal liberal. Para su logro fundó la Escuela
Normal para Profesores el 24 de febrero de 1887. Esa Escuela
Normal de la cual habrían de salir, años más tarde, muchos
de los jóvenes que se lanzaron a la Revolución en 1910 para
hacer realidad las enseñanzas de libertad y democracia. En
una Memoria presentada al Congreso en marzo de 1887, Baranda
da cuenta de las razones que movieron al Ejecutivo a
fundar la Escuela Normal para Profesores:
La Instrucción Pública está llamada a asegurar las instituciones
democráticas, a desarrollar los sentimientos patrióticos y a realizar
el progreso moral y material de nuestra patria. El primero de estos
deberes es educar al pueblo, y por esto, sin olvidar la instrucción
preparatoria y profesional que ha recibido el impulso que demanda
la civilización actual, el Ejecutivo se ha ocupado de preferencia de
la instrucción primaria, que es la instrucción democrática, porque
prepara el mayor número de buenos ciudadanos; pero comprendiendo
que esta propaganda civilizadora no podría dar los resultados
con que se envanecen las naciones cultas sin formar previamente
al maestro, inspirándole la idea levantada de su misión, el Ejecutivo
ha realizado al fin el pensamiento de establecer la Escuela Normal
para Profesores."
A continuación Baranda transforma la antigua Secundaria
de Señoritas en Escuela Normal para Profesoras, que se inaugura
como tal en 1890.
El primer gran paso estaba dado. Ahora era menester
dar el segundo y más importante: llevar la educación a todo
el pueblo estableciendo la obligatoriedad de la educación elemental.
La Comisión de Instrucción Pública de la Cámara
544 L E O P O L D O Z E A
de Diputados, formada por Justo Sierra, Julio Zárate y Leonardo
Fortuño bajo la sugestión de Baranda, formuló un
proyecto que se convirtió en ley el 23 de mayo de 1888. La
obligatoriedad se establecía así:
L a instrucción primaria elemental es obligatoria en el Distrito y
Territorios para hombres y mujeres de seis a doce años. Esta instrucción
puede adquirirse en cualquier establecimiento oficial o
particular, o en lo privado. Los reglamentos de esta ley fijarán los
casos de excepción... Las personas que ejerzan la patria potestad,
los encargados de menores en los casos especiales que determinan los
reglamentos de esta ley, los dueños de fábricas, talleres, haciendas y
ranchos, comprobarán anualmente, con certificados de escuelas oficiales,
o a falta de ellos con los medios y requisitos determinados
por el Ejecutivo, que los niños de que responden están recibiendo
o han recibido la instrucción primaria elemental.18
Para sancionar el incumplimiento de esta ley se establecieron
multas y arrestos.
Un tercer paso tenía que ser la unificación de los sistemas
educativos en toda la nación. Para ello se convocó al Primer
Congreso de Instrucción. El fin de este Congreso fue el de
unificar la legislación y reglamentación escolar, base para el
mejor éxito de la obligatoriedad de la enseñanza. A este
Congreso fueron invitados todos los gobiernos de los Estados,
que enviaron sus delegados. La Mesa Directiva del Congreso,
que se inauguró el i<? de diciembre de 1889, quedó formada
así: Joaquín Baranda, presidente honorario; Justo Sierra, presidente
de trabajos; Enrique C. Rébsamen, vicepresidente;
Luis E. Ruiz, secretario, y Manuel Cervantes ímaz, prosecretario.
En la convocatoria, firmada por el propio Joaquín
Baranda, se hacía patente el espíritu que habría de animar
al mismo:
México se presentará ante el Mundo Civilizado como una nación
que ha comprendido al fin sus destinos, y que se afana por llevar a
cabo l a obra laboriosa de su regeneración, no limitando sus esfuerzos
al presente, sino extendiéndolos al porvenir, que sólo puede asegurarse
por la i g u a l d a d intelectual, que, poniendo a los ciudadanos
en condiciones de ejercer sus derechos y cumplir sus deberes, arraiga
en el pueblo el s e n t i m i e n t o d e l a l i b e r t a d y el amor a l a patria.19
L I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 545
El día de la inauguración del Congreso el espíritu de la
educación liberal se hizo nuevamente presente en el Discurso
de Joaquín Baranda, que fue al mismo tiempo un resumen
de las peripecias sufridas por el pueblo en su lucha por la
libertad. "La transición de la colonia a la autonomía y de
la opresión a la libertad - d i j o - , produjo en nuestro país la
natural inquietud de todo pueblo que aspira a constituirse, y
que en sus ensayos por conseguirlo, depura sus instituciones
fundamentales en el crisol de la guerra civil." La libertad se
expresó a través de congresos políticos. Éstos "eran la necesidad
de aquella época". Pero semejante situación tenía que
terminar, por la inestabilidad que representaban. Era menester
ahora atender a las necesidades sociales, sin las cuales
las políticas resultaban nulas. Ahora dice: " L a actividad nacional,
no agotada en prolongada guerra, sino impaciente y
vigorosa, buscaba nuevo campo en que desenvolverse; y un
gobierno inteligente y previsor, comprendiendo todas las exigencias
del país, identificando los elementos útiles, amparando
los intereses individuales y protegiendo el espíritu de empresa,
ha abierto ese campo honroso y fecundo de donde manan las
fuentes de la riqueza pública." Hasta aquí la descripción de
lo que pretendía ser el régimen porfirista, del cual era funcionario
Baranda.
Pero esta labor de supuesto adelanto material de la nación
tenía que complementarse formando un pueblo capaz de disfrutar
de ese adelanto y, lo que es más importante, de darse
a sí mismo las instituciones políticas y sociales que considerase
más adecuadas para su desarrollo. Era ésta la labor encomendada
a la Instrucción Pública. En función de esta labor se
había convocado el Congreso. Por ello Baranda agrega:
" . . . no debemos limitarnos a esa evolución orgánica, que se
refiere al crecimiento y madurez de un organismo social; debemos
extendernos a hechos de alcance más trascendental, y
entre éstos ninguno tan importante como el que se relaciona
con la enseñanza pública." La evolución material tenía que
^er completada con la reprAsentada por la educación "Los
organismos sociales desde la familia hasta la nacionalidad
546 LEOPOLDO Z E A
tienen que fijar la atención en las bases de su existencia." Y
"nadie duda ya de que la base fundamental de la sociedad
es la instrucción de la juventud". Y esto en todas las naciones,
pero con más razón "en una República democrática, en donde
la soberanía reside en el mismo pueblo y éste es el dueño y
árbitro de sus destinos". No es posible explicarse una forma
de gobierno democrático en donde el soberano de esta forma,
el pueblo, es un ignorante. "La república para existir necesita
de ciudadanos que tengan la conciencia de sus derechos y
de sus deberes, y esos ciudadanos han de salir de la escuela
pública, de la escuela oficial que abre sus puertas a todos
para difundir la instrucción e inculcar, con el amor a la
patria y a la libertad, el amor a la paz y al trabajo, sentimientos
compatibles que hacen grandes y felices a las naciones."
Baranda no ve, así, ninguna incompatibilidad entre el
progreso material basado en el trabajo y la libertad si se
educa al ciudadano para el uno y la otra. La educación puede
formar hombres libres o esclavos. "La enseñanza —dice
Baranda— es el elemento principal para dominar a los pueblos."
Así lo han entendido conquistadores y sectas religiosas.
Por ello estas sectas luchan por apoderarse de la enseñanza.
Por ello "el Estado no debe permitir que le arrebaten
este elemento constitutivo de su propio ser: debe defenderlo
por el instinto natural de la propia conservación, y hacer uso
de todas sus prerrogativas y de todos sus recursos para entrar
de lleno en la lucha a la que se le provoca en nombre de
la libertad, y para obtener la última victoria que le pondrá a
cubierto de nuevas y peligrosas asechanzas". Esta última victoria
sería la formación de ciudadanos libres, capaces de defender,
por sí mismos, la libertad alcanzada.
El Estado no puede ser un suicida, "y suicidarse sería mostrar
indiferencia respecto a la instrucción de la juventud, en
que todos los pueblos, antiguos y modernos, bajo distintas formas
de gobierno, han vinculado su fuerza, su gloria y porvenir".
La paz es ya un hecho, ahora es menester educar a
la generación que se ha levantado dentro de esta paz. Baranda
alude a los ideales de los liberales del 57, ideales que
L I B E R A L I S M O E N L A E D U C A C I Ó N 547
pueden ahora ser realizados mediante la instrucción. Es ya
tiempo - d i c e - de hacer "de la instrucción el factor originario
de la unidad nacional que los constituyentes de 57 estimaban
como base de toda prosperidad y de todo engrandecimiento.
He aquí el trabajo principal de este Congreso...". Es la labor,
no sólo del Congreso, sino de la generación a que pertenece
Baranda, la generación que hizo posible el porfirismo
como un paso necesario en la evolución de México; pero un
paso después del cual no es posible detenerse. Esta generación
debía dar a la siguiente los instrumentos para iniciar
los nuevos pasos que la llevasen a la realización de los que
habían sido sueños de la vieja generación liberal. Baranda
adivina en un futuro muy próximo otra generación, la que
ha de formarse en los renovados ideales educativos. Esa generación
que más tarde habrá de hacer la revolución para
reinstalar las instituciones liberales sobre bases más firmes:
La presente generación casi llega al fin de la jornada, con el
decaimiento y la fatiga del viajero que ha recorrido largo, difícil y
sangriento camino; pero al volver l a vista, encuentra muy cerca a la
generación que ha de sucederle, y la contempla con el afán y l a ternura
con que el padre moribundo contempla al hijo heredero de
su nombre, de su fortuna, de su honra. A vosotros toca resolver
si esa generación que se anuncia como la alborada del más hermoso
día ha de ser una generación ignorante, ociosa, débil, que dilapide
el glorioso legado de sus mayores, o si ha de ser una generación inteligente,
ilustrada, v i r i l , con hábitos arraigados de trabajo, con instinto
práctico de progreso; una generación que, educada en el culto de la
ciencia y el amor a l a patria y a la libertad, haga de México una
de las naciones más grandes y felices de la tierra.20
NOTAS
1 Francisco LARROYO, H i s t o r i a c o m p a r a d a d e la educación e n México,
México, 1947, p. 226.
2 LARROYO, op. cit., p. 232.
3 LARROYO, o p . c i t . , p. 232. Aquí se expone también el programa de
esta escuela.
4 " L a pedagogía moderna", en L a E s c u e l a M o d e r n a , Periódico q u i n c
e n a l pedagógico (Director, Victoriano Pimentel), tomo 1 (México,
1889), pp. 17-19.
548 L E O P O L D O Z E A
5 F. LARROYO, op. cit., p. 233.
6 " D . Carlos A. Carrillo", por D . D E L G A M I X O y Greg. TORRES QUINTERO,
en Artículos pedagógicos d e C a r l o s A . C a r r i l l o , México, 1907, t. 1,
p. XXXVI.
7 Carlos A . CARRILLO, Artículos pedagógicos, t. 1, p. 6.
s Cf. F. LARROYO, op. cit., y DELGADILLO y TORRES QUINTERO,
o p . c i t.
9 CARRILLO, Artículos pedagógicos, t. 2, pp. 21 ss.
10 CARRILLO, o p . c i t . , t. 2, pp. 417-420.
11 C£. LARROYO, op. cit., p. 273.
12 G. TORRES QUINTERO, "Culpable abandono de las escuelas rurales",
artículo de noviembre de 1901, citado por LARROYO, o p . c i t .
13 F. LARROYO, op. cit., p. 273.
14 G . TORRES QUINTERO, "La amenidad en la enseñanza", artículo de
octubre de 1901 cit. por LARROYO, o p . c i t . , p. 274.
15 "Editorial", en L a E s c u e l a M o d e r n a , vol. 1, p. 1 (México, 1889).
10 F. LARROYO, op. cit., p. 251.
17 Cit. por LARROYO, i b i d . , p. 251.
18 "Ley sobre Enseñanza Primaria en el Distrito y Territorios", D e c
r e t o d e l C o n g r e s o , mayo 25 de 1888.
19 "Circular del Señor Ministro de Justicia e Instrucción Pública", en
L a E s c u e l a M o d e r n a , t. 1, p. 2 (México, 1889).
20 L a E s c u e l a M o d e r n a , t. 1, pp. 57-60.
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